Cristo ahora confirma nuevamente lo que hemos visto que a veces había predicho a sus discípulos; pero esta última predicción muestra claramente cuán dispuesto se ofreció a morir; y era necesario que lo hiciera, porque Dios no podía ser apaciguado sino mediante un sacrificio de obediencia. Tenía la intención, al mismo tiempo, de evitar que los discípulos se ofendan, para que no se desanimen por completo al pensar que fue arrastrado a la muerte por necesidad. Esta declaración sirvió para dos propósitos: testificar, primero, que el Hijo de Dios se entregó voluntariamente a morir para reconciliar al mundo con el Padre (porque de ninguna otra manera podría haberse expirado la culpa de los pecados, o justicia obtenida para nosotros;) y, en segundo lugar, que no murió como oprimido por la violencia de la que no pudo escapar, sino porque se ofreció voluntariamente a morir. Por lo tanto, declara que viene a Jerusalén con la intención expresa de sufrir la muerte allí; porque mientras estaba en libertad de retirarse y vivir en un refugio seguro hasta que llegara ese momento, él, consciente y deliberadamente, se adelanta a la hora exacta. Y aunque no fue una ventaja para los discípulos estar informados, en ese momento, de la obediencia que le estaba dando al Padre, sin embargo, luego esta doctrina tendió en gran medida a la edificación de su fe. De la misma manera, es de singular utilidad para nosotros en la actualidad, porque contemplamos, como en un espejo brillante, el sacrificio voluntario, por el cual se borraron todas las transgresiones del mundo, y, contemplando el avance del Hijo de Dios Con alegría y coraje hasta la muerte, ya lo vemos victorioso sobre la muerte.

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