Sin embargo, dice, ella se fue cautiva a cautiverio; es decir, los habitantes de Alejandría han sido desterrados, y la ciudad se convirtió en cautiva, ya que sus habitantes fueron conducidos aquí y allá. Dashed, dice, han sido sus pequeños a la cabeza de cada calle. El Profeta quiere decir que un poder tan grande como el de Alejandría no impidió que los conquistadores ejercieran hacia ella la crueldad más bárbara; porque fue un acto salvaje golpear a los niños pequeños contra las piedras, quienes deberían, por su tierna edad, haber sido salvados. De hecho, no había razón para enfurecerse contra ellos, ya que no podrían haber sido considerados enemigos. Pero, sin embargo, el Profeta dice que Alejandría había sido tratada así; y él dijo esto, que Nínive podría no confiar en su fuerza y, por lo tanto, despreciar perversamente el juicio de Dios, que ahora denunció al respecto. Él agrega: Le echaron suertes a su princesa y ataron a sus grandes hombres con grillos. Al decir que se echaron suertes, se refiere a una antigua costumbre; porque cuando había una disputa con respecto a un cautivo, se echaba a andar: como, por ejemplo, cuando dos habían tomado a un hombre, para evitar la disputa, se determinó por sorteo quién sería su maestro. Entonces él dice que se echaron suertes sobre sus príncipes. Esto usualmente le sucedía a la gente común y a los esclavos más bajos; pero el Profeta dice que los conquistadores no perdonaron ni a los príncipes. Por lo tanto, fueron tratados como la clase más baja; y aunque eran grandes príncipes, fueron llevados al cautiverio y atados con cadenas, de la misma manera con los más humildes y humildes del pueblo. No fueron tratados de acuerdo a su rango; y no había diferencias entre los hombres principales y las más humildes de las clases más humildes; porque incluso los mismos príncipes fueron tan abatidos que su suerte no difería de la de los miserables; porque como la gente común suele ser tratada con desprecio, los jefes de Alejandría fueron tratados por sus enemigos.

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