27. ¿Dónde está entonces la gloria? El Apóstol, después de haber expulsado a los hombres de su confianza en las obras, con razones abundantemente fuertes, ahora triunfa sobre su locura: y esta exultante conclusión era necesaria; porque sobre este tema, enseñarnos no hubiera sido suficiente; Era necesario que el Espíritu Santo tronara en voz alta para postrar nuestra nobleza. Pero él dice que la gloria está más allá de toda duda excluida, ya que no podemos aducir nada propio, que sea digno de ser aprobado o recomendado por Dios. Si el material de la gloria es el mérito, ya sea que nombres el de congruencia o de dignidad, por el cual el hombre conciliaría a Dios, verás que ambos están aquí aniquilados; porque no trata de la disminución o la modificación del mérito, pero Paul no deja una partícula detrás. Además, dado que la fe que se gloría en las obras es tan quitada, esa fe no se puede predicar verdaderamente, sin privar por completo al hombre de toda alabanza al atribuir todo a la misericordia de Dios, se deduce que ninguna obra nos ayuda a obtener justicia.

De obras? ¿En qué sentido niega el apóstol aquí, que nuestros méritos están excluidos por la ley, ya que él ha demostrado antes que estamos condenados por la ley? Porque si la ley nos entrega a la muerte, ¿qué gloria podemos obtener de ella? Por el contrario, ¿no nos priva de toda gloria y nos cubre de vergüenza? Entonces, de hecho, demostró que nuestro pecado queda expuesto por lo que declara la ley, porque guardarlo es lo que todos hemos descuidado: pero él quiere decir que la justicia de las obras sería justicia, nuestra gloria no ser excluido; pero como es solo por fe, no hay nada que podamos reclamar para nosotros mismos; porque la fe recibe todo de Dios, y no trae nada excepto una humilde confesión de necesidad.

Este contraste entre la fe y las obras debe notarse cuidadosamente: las obras se mencionan aquí sin ninguna limitación, incluso funcionan universalmente. Entonces él no habla solo de ceremonias, ni específicamente de ningún trabajo externo, sino que incluye todos los méritos de las obras que posiblemente se puedan imaginar.

El nombre de la ley está aquí, sin una estricta corrección, dado a la fe: pero esto de ninguna manera oscurece el significado del Apóstol; porque lo que él entiende es que cuando llegamos a la regla de la fe, toda la gloria en las obras queda postrada; como si dijera: "La justicia de las obras es en verdad recomendada por la ley, pero la de la fe tiene su propia ley, que deja a las obras, cualesquiera que sean, no hay justicia". (124)

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