8. ¿Quién es este Rey de gloria? etc. Las alabanzas por las cuales el poder de Dios se magnifica aquí tienen la intención de decirles a los judíos que no se quedó inactivo en su templo, sino que se instaló en él para mostrarse listo para socorrer a su pueblo. Debe observarse que hay un gran peso tanto en el interrogatorio como en la repetición de la misma oración. El profeta asume a la persona de quien se pregunta para expresar con mayor efecto que Dios viene armado con un poder invencible para mantener y salvar a su pueblo, y para mantener a los fieles a salvo bajo su sombra. Ya hemos dicho que cuando se habla de Dios como habitando en el templo, no debe entenderse como si su esencia infinita e incomprensible hubiera sido encerrada o confinada dentro de él; pero que estaba presente allí por su poder y gracia, como está implícito en la promesa que le hizo a Moisés,

“En todos los lugares donde registre mi nombre, iré a ti y te bendeciré” (Éxodo 20:24).

Que esto no era una promesa vana y vacía, sino que Dios realmente habitaba en medio de la gente, es lo que experimentaron los fieles que no lo buscaron supersticiosamente, como si hubiera sido fijado al templo, sino que hizo uso del templo y de el servicio que se realizó en él para elevar sus corazones al cielo. La cantidad de lo que se declara es que, cuando la gente debería invocar a Dios en el templo, parecería manifiestamente, por el efecto que seguiría, que el arca del pacto no era un símbolo vano e ilusorio de la presencia de Dios, porque siempre estiraba su brazo omnipotente para la defensa y protección de su pueblo. La repetición nos enseña que los verdaderos creyentes no pueden ser demasiado constantes y diligentes en la meditación sobre este tema. El Hijo de Dios, vestido con nuestra carne, ahora se ha mostrado a sí mismo como Rey de la gloria y Señor de los ejércitos, y no entra en su templo solo por sombras y figuras, sino realmente y de hecho, para que pueda habitar en él. En medio de nosotros. Por lo tanto, no hay nada que nos impida alardear de que seremos invencibles por su poder. El Monte Sión, es cierto, en este día no es el lugar designado para el santuario, y el arca del pacto ya no es la imagen o representación de Dios que habita entre los querubines; pero como tenemos este privilegio en común con los padres, que, al predicar la palabra y los sacramentos, podemos estar unidos a Dios, nos toca usar estas ayudas con reverencia; porque si los despreciamos por un orgullo detestable, Dios no puede sino por completo retirarse por completo de nosotros.

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