Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén. San Juan da esta última advertencia, porque en aquella época la idolatría era un gran peligro, y era muy necesario advertirla. Porque en ese tiempo el mundo entero yacía en el maligno, es decir , en la idolatría, y así los cristianos que se habían convertido recientemente de ella estaban obligados a estar continuamente versados ​​con sus parientes y amigos gentiles e idólatras, para cenar y festejar con ellos, cuando las carnes ofrendas a los ídolos les eran puestas delante como cosas sagradas para comer, de lo cual he hablado en 1 Cor.

viii. Por tanto, para que con sus ejemplos y súplicas no vuelvan a caer en la idolatría que antes habían abandonado, San Juan en este último versículo les advierte diligentemente, para que les quede bien grabado en la mente y en la memoria, que se abstengan de todo comercio con los ídolos, y de toda comida ofrecida a los ídolos. Así Dídimo, Lyra, Cayetano, etc. Beza y los herejes traducen falsamente las palabras Hijitos, guardaos de las imágenes.

Porque una imagen es la semejanza de algo verdadero, o real: pero un simulchrum o ídolo , de algo falso, como por ejemplo de un dios falso. Así la Escritura y los Padres distinguen esas dos palabras. Y el Séptimo Concilio Ecuménico pronuncia un anatema contra aquellos que dicen que las imágenes de Cristo y los Santos son ídolos.

Ahora San Juan dice: Guardaos , no dice: Destruid los ídolos , porque esto excitaría la ira de los paganos contra todos los cristianos. Por lo cual San Agustín nos advierte que primero deben ser destruidos los ídolos en el corazón de los hombres, y después los de los templos. Añade que no deben ser considerados mártires los que mueren por destruir ídolos. Pero esto debe entenderse de aquellos que lo hicieron temeraria e imprudentemente para causar escándalo.

Porque aquellos que lo hicieron deliberadamente por la grandeza del alma, o por un impulso divino, ya sea para confundir a los paganos o para confirmar a los fieles, se cuentan entre los mártires. Tales fueron S. Teodoras, S. Bárbara, S. Cristina y muchas otras.

Guardaos de los ídolos. Esto significa, no tallarlos, pintarlos o pulirlos. No descubras la cabeza ni dobles la rodilla ante ellos, ni les hagas ningún honor. No jures por ellos. No comas las carnes que se les ofrecen. No ocupéis ningún cargo relacionado con su culto u honor. No les llevéis ofrendas de incienso ni de vino. No celebres su fama ni en prosa ni en verso. Con la mayor circunspección, por lo tanto, los fieles debían guardarse de los ídolos y estar en guardia contra ellos, para no consentir o participar en, y así ser contaminados de cualquier manera con ritos y ceremonias idólatras.

Por último, S. Juan con estas palabras reprende la herejía de Elxai, surgida hacia el final de su vida. Entre otras cosas, enseñó que no era pecado si alguien llegaba a adorar ídolos en un tiempo de ardiente persecución, si solo un hombre no los adoraba en su conciencia, y si la creencia en ellos se profesaba solo con los labios y no en el corazón. Y este astuto engañador no se avergonzó de citar en confirmación de su doctrina a cierto sacerdote de nombre Phinees, descendiente de Aarón y del antiguo Phinees, quien en el tiempo del cautiverio babilónico adoraba a Diana, y así escapó en Susa de la destrucción. en presencia del rey Darío. Así S. Epifanio ( Hæres , 19).

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