San Pablo no carecía de orgullo cívico. Tarso era la sede de una universidad famosa y había producido varios de los filósofos estoicos más eminentes. En sus monedas se jactaba con orgullo de "Metrópolis autónoma". La ciudadanía de Tarso se limitó a unos pocos habitantes selectos, por lo que su posesión era prueba de respetabilidad y posición social.

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