El rey — entró en el jardín del palacio— en parte como desdeñando la compañía de una persona tan infame como Amán; en parte para enfriar y calmar su espíritu, hirviendo y luchando con una variedad de pasiones; y en parte para considerar dentro de sí mismo la atrocidad del crimen de Amán, el daño que él mismo casi había hecho por su propia imprudencia, y qué castigo era apropiado para infligir a un malhechor tan vil.

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