Oíd esto, ancianos: esta profecía comienza con la amenaza a los habitantes de Jerusalén y a la tierra de Judá, con tal desolación de su país, por enjambres de langostas, como nunca antes les había sucedido en la memoria de los habitantes más antiguos de la tierra,y como debiera ocasionar la mayor angustia a toda clase de personas entre ellos. El estrago que deberían causar estas criaturas se describe de manera vivaz. Su maíz de toda clase debería ser devorado, y todos sus árboles frutales más selectos deberían ser completamente destruidos; de modo que debería haber la mayor escasez de provisiones en la tierra, y no lo suficiente para suplir la carne y las libaciones para el altar de Dios. Y lo que debería aumentar esta calamidad era el calor excesivo y la sequía que deberían ocurrir al mismo tiempo, por lo que sus rebaños y rebaños estarían casi a punto de morir por falta de agua. Velero.

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