Y no había agua para la congregación. Aquí, casi todos los comentaristas dicen, Dios permitió que el agua que fluía de la peña en Horeb, y siguió a los israelitas por el desierto, les fallara; y eso con un diseño para probarlos, como lo había hecho con sus antepasados. Pero en nuestras notas sobre Éxodo 17:7 hemos mostrado lo absurdo de la suposición de que las aguas sigan al pueblo; y debemos observar en este milagro, que lo mismo les sucedió a los niños en Cades, que les había sucedido a los padres en Refidim: el agua les faltó, y murmuraron; mostrando la misma disposición infeliz que habían mostrado sus padres.

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