Introducción a las Lamentaciones de Jeremías

Este libro, como los diversos libros del Pentateuco, se denomina en hebreo איכה eicah, cómo, por su primera palabra; y a veces קינות kinnoth, lamentaciones, por su tema. En la Septuaginta se denomina QRHNOI TOU IEREMIOU, por la misma razón. El siríaco y el árabe copian o siguen a la Septuaginta; y lo mismo hace la Vulgata, de cuyas Lamentationes, el libro tiene el nombre que lleva en nuestra lengua. En el caldeo no tiene nombre; y en él, y quizás antiguamente en el hebreo, se escribía consecutivamente con el último capítulo de Jeremías.

Es uno de los libros del מגילות Megilloth, o Rollo, entre los judíos; y porque se refiere a la ruina de sus asuntos, y contiene promesas de restauración, es peculiarmente apreciado, y frecuentemente leído. Los cinco Meguilot son: Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Lamentaciones, Rut y Ester.


Ha habido pocas diferencias entre los sabios en cuanto al autor de este libro. Toda la corriente de la antigüedad y de los tiempos modernos ha señalado a Jeremías como el escritor: el estilo es prueba suficiente de ello. El Sr. John Henry Pareau, en una Disertación prefijada a su Traducción y Notas sobre este libro, (8vo. Lugd. Bat. 1790), ha demostrado ampliamente este punto a partir de un cotejo general de la profecía de Jeremías con pasajes selectos de este libro. Sólo he oído hablar de un erudito que ha albergado serias dudas al respecto, el Sr. Herman Van der Hardt, quien ha supuesto que los cinco capítulos fueron escritos por Daniel, Sadrac, Mesac, Abednego y Jeconías. Supongo que nadie se ha convertido a esta opinión.

Ha habido más diferencias de opinión en relación con el tema y la ocasión. Algunos han pensado que el libro fue compuesto a la muerte de Josías; otros que fue compuesto con ocasión de la destrucción de Jerusalén y las diversas desolaciones relacionadas con ella. A esto parecen aplicarse mejor todas sus partes y su fraseología general; y éste es el sentimiento más generalmente aceptado en la actualidad. Una minuciosa consideración del libro mismo lo demostrará.


La composición de este poema es lo que puede llamarse muy técnica. Cada capítulo, excepto el último, es un acróstico. De los dos primeros, cada verso comienza con una letra del alfabeto hebreo, en el orden de las letras, con esta excepción, que en los capítulos segundo, tercero y cuarto, la פ phe se pone antes de la ע ain; mientras que en todos los salmos acrósticos la última precede a la primera, como lo hace en todas las gramáticas de la lengua hebrea. En los capítulos primero y segundo, cada versículo se compone de tres hemistiquios o medios versículos, excepto el versículo séptimo del primero y el decimonoveno del segundo, que tienen cuatro hemistiquios cada uno.

El tercer capítulo contiene sesenta y cuatro versículos, cada uno, como antes, formado por tres hemistiquios, pero con la diferencia de que cada hemistiquio comienza con la misma letra, de modo que todo el alfabeto se repite tres veces en este capítulo.

El cuarto capítulo consta de veintidós versículos, según el número de las letras hebreas; pero la composición es diferente de todos los demás, pues cada versículo consta de sólo dos hemistiquios, y éstos son mucho más cortos que cualquiera de los de los capítulos precedentes.

Lo he calificado de poema inimitable; mejores jueces son de la misma opinión. "Nunca", dice el obispo Lowth, "hubo una variedad más rica y elegante de bellas imágenes y aditamentos dispuestos juntos dentro de un compás tan pequeño, ni más felizmente elegidos y aplicados."

"Uno pensaría", dice el Dr. South, "que cada letra fue escrita con una lágrima; cada palabra, el sonido de un corazón roto: que el autor fue compactado de penas; disciplinado al dolor desde su infancia; uno que nunca respiró sino en suspiros, ni habló sino en un gemido."

"Tampoco podemos admirar demasiado", dice el Dr. Blayney, "el flujo completo y elegante de esa elocuencia patética en la que el autor vierte las efusiones de un corazón patriótico, y llora piadosamente sobre las ruinas de su venerable país. Pero se observó antes que el talento peculiar del profeta residía en la elaboración y expresión de las pasiones de dolor y compasión; y, por desgracia para él como hombre y ciudadano, se encontró con un tema demasiado bien calculado para dar a su genio su pleno despliegue". David ha descrito con fuerza en varios lugares las penas de un corazón oprimido por el dolor penitencial; pero ¿dónde, en una composición de tal extensión, se han pintado con más éxito la miseria corporal y la agonía mental? Todas las expresiones e imágenes del dolor se exhiben aquí en varias combinaciones y en varios puntos de vista. La miseria no tiene expresión que el autor de las Lamentaciones no haya empleado. Patriotas! vosotros que nos decís que ardéis por el bienestar de vuestro país, mirad las profecías y la historia de este hombre extraordinario; mirad sus Lamentaciones; llevadle a través de su vida hasta su muerte, y aprended de él lo que significa el verdadero patriotismo. El hombre que veló, oró y vivió por el bienestar de su país; que eligió compartir sus adversidades, sus penas, sus necesidades, sus aflicciones y su desgracia, donde podría haber sido compañero de príncipes y haberse sentado a la mesa de reyes; que sólo dejó de vivir por su país cuando dejó de respirar, ¡ese fue un patriota, en comparación con el cual casi todos los demás se oscurecen, se reducen y se rebajan, o son totalmente aniquilados!

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