Casi siempre las construían en el costado de una montaña o en una loma, donde el abastecimiento de agua era seguro.

Las ciudades siempre tenían murallas, algunas de ellas de hasta 9 m. de espesor; a veces estaban protegidas por fosos y torres. Las puertas de las ciudades se cerraban por la noche (Jos. 2:5, 7).

En el interior de la ciudad los rasgos más importantes eran:

la torre o el castillo;

el lugar alto, donde se ofrecían sacrificios y se celebraban fiestas;

la amplia plaza junto a la puerta de entrada de la ciudad que servía para el intercambio social en general;

y las calles, simples callejones angostos, tortuosos, desempedrados, sucios y oscuros.


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