El envío de cartas con medios veloces es de gran antigüedad. Job dijo: «Mis días han sido más ligeros que un correo» (Jb. 9:25).

Cuando Ezequías proclamó una Pascua para todo Israel, envió cartas de invitación mediante correos de ciudad en ciudad (2 Cr. 30:6, 10).

Los correos enviados con el decreto desde el palacio de Susa salieron raudos montados en caballos, mulas, camellos, y dromedarios jóvenes (Est. 3:13, 15; 8:10, 14, heb.), «a toda prisa por la orden del rey».

En la profecía de los juicios de Dios sobre Babilonia se dice que las nuevas le serían llevadas al rey por un correo dirigiéndose veloz para encontrar a otro correo (Jer. 51:31).

Con la división de distritos grandes en departamentos pequeños con una casa de postas en cada una, en las que siempre estuvieran listos «corredores» y animales para relevarse, los mensajes podían dispersarse velozmente en todas direcciones.


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