La Biblia, especialmente en el AT, contiene numerosas alusiones a divinidades paganas adoradas por los vecinos de Israel y por ciertos pueblos de la antigüedad. En este artículo se desarrollarán hasta cierto punto estas alusiones, siendo imposible dar un tratado completo de mitología.

(a) PANTEÓN CANANEO.

Los cananeos adoraban como dios supremo a Il o El, el padre de los dioses, y en ocasiones recibe el nombre de EI-Elion (Dios altísimo) y sin dudas «lsedek» (Justicia) y «Shalem» (Paz). Su esposa era Aserá (Astarté), la «Dama de la mar», cuyo símbolo era un poste sagrado (Éx. 34:13; Jue. 3:7; 6:25-28; 1 R. 15:13; 18:19; 2 R. 21:7; 23:6).

Pero el gran dios de los cananeos era Baal (Dueño o Señor), «Cabalgador de las nubes», señor del rayo, muriendo bajo los golpes de su enemigo «Mot» (la Muerte), siendo llorado por su hermana-esposa «Anat», la diosa de la guerra, que lo retorna a la vida. Numerosas localidades llevan su nombre (Baal-peor, Baal-hermón, etc.), así como él mismo tiene muchos nombres particulares: Baal-zefón (Baal del norte, Éx. 14:2); Baal-Berit (Baal de la alianza, Jue. 8:33); Baal-Zebul (Baal-príncipe, 2 R. 1:2). Se asocia con el toro. Es probable que Hadad fuera uno de sus nombres (1 R. 15; 18). Para evitar leer el nombre maldito de Baal en el culto público, los judíos decían en su lugar Boset (abominación): así, se leía Isboset en lugar de Esbaal (1 Cr. 8:33; 2 S. 2:8).

El padre de Baal era Dagón, el dios del grano, inventor del arado. Bajo la figura de un hombre con cuerpo de pez, lo adoraban los filisteos (Jue. 16:23; 1 S. 5:2-7; cp. Jos. 15:41) y en Bet-seán.

La gran diosa era Astoret o Astarté, diosa de la fecundidad, cuyo culto de carácter sexual era una fuente de degradante inmoralidad, por cuanto sus sacerdotisas se entregaban a la prostitución sagrada (Jue. 2:13; 10:6; 1 R. 11:5, 33; 2 R. 23:13; cp. igualmente las prostitutas mencionadas en 1 R. 14:24; 15:12; 22:47). Su culto parece que había sido importado de Mesopotamia, donde era adorada bajo el nombre de Istar. Está asociada con la estrella vespertina, Venus.

Moloc (heb. «Melek» = «rey»), divinidad de los amonitas, que exigía monstruosos sacrificios de niños, que eran quemados en su honor. En ocasiones se le identifica con Milcom (1 R. 11:5, 33) o Malcam (Jer. 49:1, 3). Moloc era muy semejante a Baal (cuyo nombre significa también Señor; cp. Jer. 32:35); su culto estaba prohibido en Israel bajo pena de muerte (Lv. 18:21; 20:1-5). A pesar de esto, el pueblo y sus reyes se entregaron a esta horrible idolatría (2 R. 17:17; 2 Cr. 28:3; 33:6), que los profetas denunciaron severamente (Jer. 7:29-34; Ez. 16:20-22, etc.). Las excavaciones, particularmente en Palestina, han revelado los restos de esqueletos calcinados de niños pequeños alrededor de los santuarios de Moloc.

El panteón cananeo comprende también una gran cantidad de otros dioses, cuya lista es difícil de ser precisada. Allí se hallan «Shemesh», el suelo; «Yarik», la luna; «Horon» y «Ashimah». Los cananeos adoraban también a una multitud de divinidades familiares: los «terafim» (Gn. 31:19). Los moabitas tenían como gran dios a Quemós (1 R. 11:7), también adorado por los amonitas (Jue. 11:24). Cosa curiosa desde el punto de vista arqueológico, la Estela de Mesa atribuye a la ira de Quemós el dominio de Israel sobre Moab.

(b) DIVINIDADES BABILONIAS.

Bel (en acadio «Bëlû», relacionado con el heb. «Baal», Señor), finalmente identificado con Marduk, es la principal divinidad de Babilonia (Jer. 51:44). Los hebreos lo llamaban Merodac (Jer. 50:2; cp. Is. 39:1). Era un Dios solar, a cuyos rayos se atribuía la renovación de la naturaleza en la primavera, la época en que se celebraban sus fiestas. Fue poco después del año 2000 a.C. que los babilonios lo situaron a la cabeza de su panteón. Según «Enuma Elish» (el relato babilónico de la creación), Marduk consiguió este lugar al dar muerte a Tiamat, la diosa del abismo. Era adorado particularmente en Esagil, el famoso templo de Babilonia.

La diosa Istar era la equivalente babilónica de Astarté, el gran principio femenino de la reproducción y de la fecundidad de toda Asia occidental. También se hacía de ella la diosa de las batallas, y los asirios la dieron como esposa a su dios guerrero, Assur. Otro dios asociado con Istar era Tammuz (Ez. 8:14), patrón de la vegetación y de los rebaños; se correspondía con el Adonis de los griegos y en cierto sentido con el Osiris de los egipcios. Cada otoño su pretendida muerte dejaba inconsolable a Istar, que lo devolvía de los infiernos de nuevo a la tierra en primavera, en medio de frenéticos estremecimientos de regocijo. Este culto de la fertilidad, como muchos otros semejantes, iba acompañado de la hierogamia, esto es, una unión ritual del rey con una sacerdotisa del dios. Biblos (en la Biblia, Gebal, Ez. 27:9) era un centro particularmente conocido.

Nebo, dios de la sabiduría y de la literatura (Is. 46:1) era adorado especialmente en Borsipa, cerca de Babilonia. Assurbanipal, gran protector de las ciencias y de la enseñanza, declara en una inscripción «Yo, Assurbanipal, aprendo la sabiduría de Nabu (Nebo en acadio) todo el arte de escribir sobre tabletas de arcilla.».

Nergal, otro dios del suelo, considerado en su acción destructora (2 R. 17:30), tenía su centro de culto en Cuta. Reinaba sobre los infiernos, la guerra y la peste.

Se puede citar también a Sin, dios de la luna, particularmente venerado en Ur.

(c) DIVINIDADES GRIEGAS Y ROMANAS.

Júpiter (forma lat. del gr. «Zeus» «Pater») es el dios supremo del cielo. Padre de muchos otros dioses, controla los elementos, envía la lluvia y los rayos; él es quien decide las batallas y preside en la justicia y la verdad. Esto no le impedía ser totalmente amoral ni de constituir el ejemplo del adulterio, de la falsedad y de la violencia. En Listra, la multitud quedó convencida de que se les había aparecido Júpiter en la persona de Bernabé (Hch. 14:11-13). El templo del dios estaba situado a la entrada de la ciudad, lo que era frecuentemente el caso.

Mercurio (Hermes en la mitología griega), hijo de Júpiter, era el dios del comercio, patrón de los oradores y de los ladrones. En Listra tomaron a Pablo por Mercurio, indudablemente a causa de su elocuencia.

Diana (Artemisa en gr.) tenía un famoso templo en Éfeso. (Véase DIANA).

Los griegos y romanos tenían una verdadera hueste de dioses (cp. Hch. 17:16, 23), pero el NT sólo menciona a los dióscoros, en Hch. 28:11. Se trataba de dos héroes mitológicos, Cástor y Pólux, hijos de Leda y engendrados, el primero por Tíndaro, rey de Esparta, y el segundo por Júpiter mismo. Los marinos los invocaban, ya que ellos eran los protectores frente a los peligros de la mar. Las dos estrellas mayores del tercer signo del zodíaco, Géminis (gemelos) llevan su nombre. (Véase CÁSTOR Y PÓLUX).

 

(d) DIVINIDADES EGIPCIAS.

Véase EGIPTO.

CONCLUSIÓN.

Este breve examen de los diversos panteones de la antigüedad deja una lamentable impresión. Tenemos en estas divinidades lo más mezquino que las naciones más civilizadas fueron capaces de imaginar (Ro. 1:22-23). Éstos eran verdaderamente dioses hechos a imagen del hombre: inmorales, crueles, impotentes, contradictorios. Innumerables, eran siempre presentados como en guerra constante unos contra los otros. 

Adorados bajo la forma de ídolos mudos e inertes, les era imposible anunciar la verdad ni salvar a nadie (Is. 44:6-20; 46:1-8, etc.). Su influencia sobre Israel fue nefasta. Pablo, a este respecto, declara que el ídolo en sí mismo no es nada, pero que su culto, en realidad, se dirige a los demonios (1 Co. 10:19-20). Lo mismo sucede con todos los cultos dirigidos a imágenes e ídolos modernos en tantos santuarios, y a todo aquello que nos aparta del Dios único y verdadero. En contraste a esto, ¡qué soplo vivificante es el que hallamos en la revelación bíblica del Dios Espíritu único, todopoderoso, santo, eterno, omnisciente, amor en sí mismo, y el único capaz de salvar! (Is. 45:20-25, etc.).


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