(a) EJÉRCITO.

Soldados reunidos en tropas bien organizadas, bajo las órdenes de un jefe (Gn. 21:22; Jue. 4:2; Éx. 7:4; 12:41; Nm. 2:3; 1 R. 2:5). Se debe recordar que Israel era la hueste de Jehová, puestos a Sus órdenes, y peleando Sus batallas (Éx. 12:41; Jos. 5:14). Parece que todos los de más de veinte años eran considerados como capaces de portar armas (Nm. 1:3). Durante la marcha por el desierto y la conquista acampaban en cuatro divisiones de tres tribus cada una, con un capitán sobre cada tribu. Las subdivisiones eran en millares y centenas (Nm. 31:14) y en familias (Jos. 7:17). Había convocatorias a golpe de trompeta (Nm. 10:9; cp. 1 Co. 14:8), y toda la apariencia de una organización cuidadosa. Hasta la época de los reyes parece haberse mantenido esta organización natural o tribal, pero en la época de Saúl encontramos una guardia personal (1 S. 13:2), y un general del ejército (1 S. 17:55). En la época de David los héroes que se hallaban con él en la cueva de Adulam formaron el núcleo de sus «valientes» (2 S. 23:8-39). Estaban dedicados al servicio del rey puesto por Dios. Más tarde, David organizó una milicia de 24.000 hombres bajo 12 capitanes (1 Cr. 27:1-15).

La graduación general iba desde soldados, hombres de guerra, «criados» de Salomón, capitanes, comandantes de carros, y gentes de a caballo (1 R. 9:22). Puede señalarse que, al haber sido prohibidos los caballos (Dt. 17:16), no fue sino hasta la época de Salomón que se organizó la caballería, aunque David se había reservado caballos para cien carros del despojo de los sirios (2 S. 8:4). Salomón, comerciando con Egipto (1 R. 10:28, 29) aumentó su cantidad hasta que la fuerza llegó a ser de 1.400 carros y 12.000 jinetes (1 R. 10:26; 2 Cr. 1:14). Al estar sometidos a servicio militar todos los varones capaces, David disponía de un ejército de 1.570.000 hombres «que sacaban espada» (1 Cr. 21:5). Después de la división, Judá, durante el reinado de Abías, disponía de 400.000 «hombres de guerra, valerosos, escogidos», en tanto que Israel tenía, al mismo tiempo, 800.000 «hombres escogidos»; Josafat, que se engrandeció mucho, disponía de 1.160.000 hombres, aparte de los que estaban de guarnición en las ciudades fortificadas.

En el NT se hacen unas pocas referencias al ejército romano. Una «legión» era un cuerpo de ejército que contenía todas las graduaciones. Durante el imperio, no era, en números redondos, una fuerza de más de 6.000 hombres. Cada legión tenía, teóricamente, 10 cohortes de 600 hombres; cada cohorte, 3 manípulos de 200 hombres; y cada manípulo 2 centurias de 100. De ahí viene el nombre centurión o comandante de 100 hombres como hallamos en Hch. 10:1, 22, etc.

El cuartel de las tropas romanas en Palestina estaba en Cesarea, con una cohorte en Jerusalén; pero en la época de la fiesta, cuando el temperamento rebelde de los judíos podía manifestarse, se hallaban más tropas de refuerzo en la ciudad, aunque sin sus emblemas del águila, etc., que eran especialmente ofensivos para los judíos. Aunque los romanos eran la vara de Dios para castigarlos, no estaban dispuestos a humillarse ni a recibir el castigo como proveniente del Señor.

(b) EJÉRCITO DE LOS CIELOS

(JEHOVÁ DE LOS EJÉRCITOS). En un plano muy diferente, la Biblia habla también del ejército celeste formado por los ángeles (1 R. 22:19; Sal. 148:2; Lc. 2:13). El conjunto de las estrellas lleva también en ocasiones la denominación de ejército de los cielos (Dt. 4:19; 2 R. 23:5). Los semitas daban este nombre al cielo, a sus potencias y a los cuerpos celestes; en tanto que por el término de ejército terreno denotaban la tierra, todo lo que se halla en las fuerzas de la naturaleza: vientos, rayos, calor, frío, fieras y cosas inanimadas (Gn. 2:1; Sal. 33:6). El mismo Dios es frecuentemente llamado Jehová de los ejércitos. En ocasiones se afirma que esta expresión significa que Jehová es el Dios de los ejércitos de Israel; y para demostrar este extremo se pueden citar las palabras de David a Goliat: «Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel» (1 S. 17:45); también dijo el profeta Isaías: «Jehová de los ejércitos descenderá a pelear sobre el monte de Sión» (Is. 31:4). Sin embargo, esta aplicación no agota el significado del término. Es cierto que Jehová guerreaba por Su pueblo, y que verdaderamente era «Jehová el fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla» (Sal. 24:8). No obstante, Jehová de los ejércitos significa mucho más que un Dios dando la victoria a los israelitas sobre el campo de batalla. Las traducciones griegas vieron el profundo sentido de este término, y lo tradujeron por «Pantocrátor», el Todopoderoso. El término ejército que figura en esta expresión se refiere a los ejércitos de toda la creación, la cual, espiritual y materialmente, constituye un inmenso ejército, con numerosas divisiones, compuestas de todo tipo de tropas, organizadas y mandadas por Jehová. Una de estas divisiones es la de los ángeles. Fue Jehová Dios de los ejércitos quien se apareció a Jacob en Betel, cuando vio la escalera y los ángeles de Dios que subían y bajaban por ella (Gn. 28:12, 13; Os. 12:4, 5).

«Porque ¿quién en los cielos se igualará a Jehová? ¿Quién será semejante a Jehová entre los hijos de los potentados? Dios temible en la gran congregación de los santos, y formidable sobre todos cuantos están alrededor de Él. Oh Jehová, Dios de los ejércitos, ¿quién como Tú? Poderoso eres, Jehová, y tu fidelidad te rodea» (Sal. 89:6-8).

Otro ejército es el de las estrellas, en su magnífico orden y su apariencia extraordinaria. Jehová las ordena. Isaías invita a quien quiera conocer a Dios a levantar los ojos al cielo, a contemplar las estrellas (Is. 40:26; 45:12).

Otro ejército se compone de todas las fuerzas de la naturaleza. Están a disposición del Señor, le sirven, proclaman Su gloria (Neh. 9:6). Es Jehová de los ejércitos quien envía la espada, el hambre, la peste (Jer. 29:17). «Así ha dicho Jehová, que da el sol para luz del día, las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la noche, que parte el mar, y braman sus ondas; Jehová de los ejércitos es su nombre» (Jer. 31:35). Los griegos, admiradores de la bóveda celeste y de la tierra, dieron el nombre de «kosmos» a todo el conjunto, implicando la idea de belleza y armonía. Los romanos, que observaron lo armonioso de los movimientos de las constelaciones y sus relaciones entre sí, dieron a la creación el nombre de universo, que expresa bien la unidad del conjunto.

La revelación ve, en este orden aparentemente inmutable, un ejército de inmensas divisiones, numerosas y diversas, dispuestas en todo momento a obedecer la voluntad de su único capitán, Jehová de los ejércitos, dando señales portentosas a la orden de Dios (cp. Jue. 5:20; Is. 13:10; Ez. 32:7; JI. 2:10; 3:15; Mr. 13:25; Lc. 21:25, etc.).


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