(gr. «buenas o gratas nuevas»)

Todo lo digno de este título tiene que provenir de Dios. No siempre tuvo el mismo carácter. La grata nueva para Adán y Eva fue que la Simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente. Es indudable que creyeron este anuncio, porque Eva dijo al nacer Caín: «Por voluntad de Jehová he adquirido varón» (Gn. 3:15; 4:1).

La grata nueva a Noé fue, cuando se le anunció que iba a destruir toda carne, que él y su familia serían salvados en un arca, y que Dios establecería su pacto con él. Noé creyó a Dios, y. fue preservado (He. 11:7).

La grata nueva para Abraham fue, cuando fue llamado afuera por Dios para que le sirviera, que tendría un hijo en su vejez; que su descendencia poseería la tierra y que en su Simiente serían bendecidas todas las naciones de la tierra (Gá. 3:8). Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia (Gn. 15:6; Ro. 4:3).

Para los israelitas esclavizados por Faraón la grata nueva fue que Dios había descendido para liberarles por mano de Moisés. Creyeron las buenas nuevas «se inclinaron y adoraron» (Éx. 4:31). Pero esto fue solamente una parte de las buenas nuevas para Israel; no sólo iban a ser sacados de Egipto, sino que iban a ser llevados a «una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel». Pero aquí muchos fueron los que fallaron; aunque esta buena nueva, como es llamada en la Epístola a los Hebreos, les fue anunciada, no les aprovechó, porque no estuvo en ellos mezclada con fe: «no entraron por causa de desobediencia» (He. 4:2-6).

«La buena nueva del reino» fue preanunciada en el AT, y fue proclamada por el Señor Jesús en su venida a la tierra (Mt. 4:23; Lc. 4:43, etc.). Volverá a ser proclamada en el futuro (Mt. 24:14). Aunque este evangelio fue rechazado mayoritariamente en Israel, el Señor reunió a su alrededor a «una pequeña manada» de discípulos, que vinieron a ser el núcleo de la iglesia en Pentecostés. Entonces la proclamación fue acerca del Señor Jesús y del perdón de los pecados por su muerte, «el evangelio de la gracia de Dios», y se dirigía a toda la humanidad (Hch. 20:24).

A Pablo le fue revelado «el Evangelio de la Gloria», que Dios ha glorificado a Cristo, y que su gloria resplandece en el rostro de Aquel que ha quitado los pecados de los creyentes (2 Co. 4:4; 1 Ti. 1:11). Esta proclamación fue dada a Pablo de una manera tan peculiar que la llamó «mi evangelio» (2 Ti. 2:8). Abarcaba más que la salvación, por magno que sea este hecho, porque estaba deseoso de dar a conocer «el misterio del evangelio», que separa a los creyentes del primer hombre, el terreno, asociándolos con el Cristo glorificado en el cielo.

En el futuro habrá buenas nuevas para Israel cuando llegue el tiempo para que Dios bendiga esta nación. Los mensajeros publicarán paz y salvación, y dirán a Sión: «Tu Dios reina» (Is. 52:7). Se proclamará también «el Evangelio Eterno» a los gentiles, que ha sido proclamado desde el principio, que la Simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente. El testimonio dado por el poder angélico será: «Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado», junto con el mandato de adorar al Creador (Ap. 14:6, 7).


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