El hebreo pertenecía al grupo de las lenguas semíticas.

Las inscripciones y documentos antiguos, incluyendo las tablillas cuneiformes de Ebla (véase MARDIKH [TELL]), la estela de Moab y las inscripciones fenicias, son evidencia de que los cananeos, los fenicios y los moabitas hablaban en un lenguaje poco distanciado del hebreo. En las tablillas de Ras Shamra aparece una forma de hebreo primitivo (siglo XV o XVI a.C.).

El alfabeto hebreo se compone de 22 consonantes. Originalmente, se escribía sin los puntos que actualmente se usan para la vocalización. Éstos son posteriores al exilio, ya dentro de la era cristiana. Los puntos vocales fueron inventados por los masoretas para fijar la pronunciación, al haberse dejado de usar el hebreo como lengua viva en el seno del pueblo.

A excepción de ciertas partes de los libros de Daniel y de Esdras y de ciertos otros pasajes de la Biblia redactados en arameo, todo el AT fue originalmente redactado en hebreo.

Todas las lenguas tienen períodos de crecimiento y cambio. Lo mismo sucedió en diversas épocas del AT, dándose una evolución en la lengua hebrea antes del hebreo bíblico.

El hebreo antiguo estaba subdividido en dialectos (cp. shibolet y sibolet en Jue. 12:6). 

Antes de la deportación a Babilonia, el lenguaje bíblico es relativamente puro, en tanto que durante y después del exilio se dejan sentir las influencias arameas sobre el hebreo, y acabó suplantando al hebreo como lenguaje comúnmente hablado.

El hebreo escrito persistió bajo la forma de transcripción aramea, que lleva la denominación de hebreo cuadrado. Éste es el lenguaje de la Torá (Biblia hebrea) y de la Misná, comentario bíblico redactado hacia el año 200 de nuestra era. El hebreo rabínico, la lengua de los teólogos judíos en el Talmud, constituye una evolución lingüística posterior.

A través de toda la Edad Media, el hebreo se mantuvo como lenguaje en medios eruditos. Su forma última es el hebreo moderno, hablado actualmente en el estado de Israel, donde es la lengua oficial. En la época de nuestro Señor Jesucristo, el arameo, y no el hebreo era el lenguaje comúnmente hablado (Mr. 5:41). Sin embargo, el hebreo se usaba como lengua litúrgica y en ocasiones especiales (cfr. Hch. 21:40-22:2).

Gramaticalmente, el hebreo es una lengua bastante sencilla. Por lo que respecta a los verbos, éstos giran alrededor de una raíz, habiendo dos tiempos: el perfectivo y el imperfectívo. La raíz puede quedar modificada para indicar siete formas diversas de acción: voz pasiva y activa, optativo, imperativo, participio, e infinitivos constructo y absoluto.

Los nombres, tanto sustantivos como adjetivos, carecen de declinación. Sus casos se forman, como en castellano, con ayuda de las preposiciones que establecen sus relaciones internas en la oración, formando los casos concretos.

La sintaxis es rígida, y la secuencia de las palabras en la oración determina el significado de ésta, lo cual no permite matizaciones enfáticas al estilo del castellano.

Bibliografía:

Chavez, M.: «Hebreo Bíblico» (Ed. Mundo Hispano, El Paso, 1981);

Wigram G. V.: «The Englishman's Hebrew and Chaldee Concordance of the Old Testament» (Samuel Bagster and Sons, Londres, 1843 / 1971).

Yates K M: «Nociones esenciales del hebreo bíblico» (Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, 1970 / 78).

Véase también Pérez Castro F.: «Hebreos IV: La lengua hebrea bíblica» y Díaz Esteban F. V.: «Lengua y literatura postbíblica» en la Gran Enciclopedia Rialp (Ed. Rialp, Madrid, 1972, vol. II, PP. 610-619).


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