La diversidad de lenguas se remonta a la confusión de Babel (Gn. 11). Así, el lenguaje, herramienta básica de comunicación, vino a ser inútil para la empresa común a que se había dedicado la humanidad en su desafío a Dios, y sobrevino la dispersión.

La Biblia misma fue escrita en dos idiomas principales, el hebreo para el AT, con unos pocos pasajes en arameo, en tanto que el NT fue redactado en griego. Sin embargo, los diferentes escritos evidencian rastros lingüísticos de las épocas y circunstancias históricas en que fueron redactados. En el Pentateuco se advierte una influencia egipcia en muchos nombres y ciertos términos; en cambio, en el libro de Daniel hay términos administrativos tomados del persa, y nombres de instrumentos musicales que habían venido de Grecia conservando su nombre griego. La influencia persa se advierte también en el vocabulario de Esdras, Nehemías y Ester. En el NT se advierten también las diferentes influencias sobre los autores dependiendo de su origen, aunque usaran todos ellos el griego «koinë» de los pueblos helenizados de Oriente. (Véanse BABEL, GRIEGO BÍBLICO, HEBREO BÍBLICO, ARAMEA [LENGUA].)


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