«el pueblo se hace numeroso».

(a) JEROBOAM I.

Fue hijo de Nabat, de la tribu de Efraín, y primer rey del reino del norte. Reinó veintidós años (931-910 a.C.). Había sido funcionario de Salomón, pero el profeta Ahías, encontrándole, rompió su capa nueva en doce pedazos, y guardando dos para sí, le dio a él los otros diez, anunciándole que sería rey sobre diez de las tribus (1 R. 11:29-39). Por esta causa, Salomón procuró darle muerte, pero él huyó a Egipto, quedándose allí bajo la protección de Sisac hasta la muerte de Salomón (1 R. 11:40, véanse FARAÓN, SALOMÓN). Al reclamar los israelitas a Roboam que les aliviara las cargas de los impuestos y levas que les habían sido impuestas por su padre, éste replicó con dura altanería, lo que dio lugar al cisma nacional (1 R. 12:1-17; 2 Cr. 10:1-17). Jeroboam fue hecho rey sobre las diez tribus (1 R. 12:20). Temiendo que sus súbditos le fueran desleales si iban a Jerusalén a adorar, erigió dos becerros de oro, uno en Dan, el extremo norte de sus dominios, y el otro en Bet-el, el extremo sur, propiciando la adoración de Jehová bajo el simbolismo de estos dos becerros (1 R. 12:25-33). Expulsó a los levitas del sacerdocio (1 R. 12:31-33; 2 Cr. 11:13-15). Pero su pretendido culto nacional a Jehová, bajo la forma de idolatría y cisma con respecto al templo de Jerusalén, fue considerado por Dios como culto a los demonios e ídolos (2 Cr. 11:16). Tal proceder provocó la emigración de muchos israelitas fieles a Dios, levitas y de las otras tribus, al reino de Judá (2 Cr. 11:16-17). De esta manera se debilitó el reino de Jeroboam, y cayó en una burda idolatría.

Un varón de Dios acudió desde Judá para clamar en contra del altar de Bet-el, y al extenderse contra él la mano del rey, ésta se secó inmediatamente. Al rogar por él el profeta, le fue restaurada la mano, pero no se arrepintió de su idolatría (1 R. 13:1-6 y ss.). Le había sido anunciado que si seguía al Señor como David lo había hecho, su casa sería afirmada, pero por su rebelión contra el orden divino su dinastía se extinguió en su hijo Nadab (1 R. 14:7-11 y ss.). «El pecado de Jeroboam hijo de Nabat» vino a ser proverbio en boca de los israelitas (cf. 1 R. 16:31; 2 R. 3:3; 10:29, 31; 13:11; 14:24; 15:9, 18, 24, 28; 13:2, 6; 17:22).

Durante su reinado fueron constantes las guerras con Roboam (cf. 1 Cr. 12:15). Jeroboam es un ejemplo claro de manipulador de la religión con fines políticos, y constituye una advertencia universal contra ello, contra la idolatría y contra la intromisión humana en las formas del culto, en lugar de una sencilla sumisión a las formas que Dios nos ha dado en Su palabra (cf. 1 R. 12:28-33).

(b) JEROBOAM II.

Hijo de Joás y sucesor suyo sobre el trono de Israel. Fue hecho corregente el año 793 y reinó en solitario durante treinta años (782-752). Consiguió extender sus territorios derrotando a los sirios, y recobró Hamat y Damasco. De él se usa el refrán «no se apartó de todos los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat, el que hizo pecar a Israel».

Amós profetizó que moriría a espada (2 R. 13:13; 14:16-29; 15:1, 8; 1 Cr. 5:17; Os. 1:1; Am. 1:1; 7:9-11).


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