Eran aquellos que querían imponer la observancia de la ley de Moisés a los cristianos convertidos de entre los gentiles, con el argumento de que era necesaria para la salvación. Este sustantivo no aparece, sin embargo, en las Escrituras, donde lo que sí aparece es el verbo «judaizar» (Gá. 2:14).

Ésta fue una fuerte tendencia en el seno de la iglesia apostólica, y que tuvo que ser examinada a fondo y combatida. El concilio de Jerusalén había ya dado una declaración terminante respecto a la libertad cristiana (Hch. 15, cfr. CONCILIO DE JERUSALÉN), y Pablo da, en su Epístola a los Gálatas, una poderosa refutación de la línea judaizante, que quería esclavizar a los cristianos bajo el yugo de la ley de Moisés, de la que habían quedado libertados, al estar bajo la gracia por la obra redentora de Cristo.

Entre los grupos que surgieron de los tempranos judaizantes se puede mencionar la secta de los ebionitas, que cayeron en profundos errores con respecto a la persona de Cristo, habiendo surgido de un rechazo de la eficacia y carácter de su obra. Ireneo (Contra Herejías, I, 26:2) refiere que rechazaban la divinidad de Cristo. Usaban el llamado Evangelio según los Hebreos, conocido sólo a través de citas fragmentarias (véase APÓCRIFOS). Rechazaban a Pablo como renegado. Había ebionitas de corriente gnóstica. (Véase GNOSTICISMO. cfr. ISBE, «Ebionism».)


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