Además de la común aplicación de este término, se usa en las Escrituras de manera simbólica como:

  • (a) la libertad obtenida por Cristo para aquellos que eran cautivos de Satanás (Is. 61:1; Lc. 4:18; Jn. 8:36).
  • (b) La libertad que llega a tener la conciencia libre de toda culpa, ilustrada por las palabras que el Señor dirigió a varios: «Tus pecados te son perdonados, ve en paz.»
  • (c) La condición de libres de la Ley, etc.: «Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud» (Gá. 5:1; cfr. Ro. 7:24, 25).
  • (d) La libertad que adquiere el cristiano del poder del pecado al morir con Cristo (cfr. Ro. 6:8-22); al contarse como muerto al pecado, goza de esta libertad de una manera experimental (cfr. Ro. 8:2-4), después de haberse dado cuenta de que la carne es demasiado fuerte para él para reprimirla por sus medios. La liberación es efectuada por el Espíritu de vida en Cristo Jesús, y el amor de Dios es conocido y gozado. Entonces, al ser Cristo el objeto ante el alma, y no el yo, queda el creyente en plena libertad para hacer aquello que le agrada y que, por surgir de su nueva naturaleza, está en consonancia con la voluntad de Dios; surge de ella misma, siempre «agradable y perfecta» (Ro. 12:2).

Para un examen de otros aspectos teológicos de la libertad, véanse ELECCIÓN, PREDESTINACIÓN, VOLUNTAD.

Bibliografía:

Ver bajo JUSTIFICACIÓN.


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