En Oriente (Jue. 3:25) era una pieza de madera que servía para levantar o mover la barra que cerraba la puerta por detrás. La llave no se giraba. (Véase CERRADURA.)

Se ponía en la cintura o, en ocasiones, debido a su gran tamaño, se cargaba sobre el hombro. Podían medir de 15 a 60 cm. de longitud (cfr. Is. 22:22).

Simbólicamente se usan de la autoridad de abrir y cerrar. Eliaquim, en el ya citado pasaje de Is. 22:22, es un tipo del Señor Jesús tal como aparece en Ap. 3:7, que tiene las llaves del Hades y de la muerte (Ap. 1:18). A Pedro le fueron dadas las llaves del reino de los cielos (Mt. 16:19). Cumplió su función abriéndolo a los judíos (Hch. 2) y a los gentiles (Hch. 10). El Señor acusó a los doctores de la ley de quitar la llave de la ciencia (Lc. 11:52). Esto lo hicieron mediante sus tradiciones y dificultando a aquellos que hubieran querido entrar en las bendiciones ofrecidas y logradas por Cristo.

Bibliografía:

Para una mayor consideración del verdadero significado de «las llaves» dadas a Pedro, ver: Lacueva, F.: «La Iglesia, cuerpo de Cristo» (Clíe, Terrassa, 1973, PP. 63-64) y «Catolicismo Romano» (Clíe, Terrassa, 1972).


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