La tierra de Canaán es un país de montañas y valles (Dt. 11:11), pero que presenta pocas cumbres importantes. Se suceden tres cadenas orientadas de norte a sur de una forma más o menos paralela; partiendo de occidente, son:

(a) Los montes de Judea, que se prolongan por los montes de Samaria y la cadena del Carmelo. En particular se hallan hacia el sur las colinas de Jerusalén, el monte Sion, Moria y el monte de los Olivos (Sal. 125:1-2; 48:3; Gn. 22:2; 2 Cr. 3:1; Zac. 14:4); los montes de Efraín (Jos. 17:15) con el monte Ebal al norte y el Gerizim al sur (Dt. 11:29; Jos. 8:33); después se halla, en dirección al oeste, la cadena que termina con el monte Carmelo (1 R. 18:19).

(b) Los montes de Galilea, a partir del monte Gilboa (1 S. 31:8); el monte Tabor se levanta, aislado, por encima de la llanura del Esdraelón (Jue. 4:6). Unas colinas bordean al oeste el lago de Galilea y se prolongan al norte por la cadena mucho más elevada del Líbano.

(c) Una cadena montañosa al este del Jordán presenta, a partir del sur del mar Muerto: el monte Seir (Gn. 36:8) y el monte Hor (Nm. 20:22-25), los montes Abarim (Nm. 27:12; 33:48), el monte Nebo (Nm. 33:47; Dt. 32:49); después de seguir todo el curso del Jordán, frecuentemente en forma de elevada meseta, la cadena termina en el Hermón (Dt. 3:8).

En sentido figurado, los montes simbolizan la eternidad (Dt. 33:15; Hab. 3:6), la estabilidad (Is. 54:10) o bien las dificultades y peligros de la vida (Jer. 13:16), los obstáculos aparentemente insuperables (Zac. 4:7; Mt. 21:21).

Al emplear la expresión «monte del testimonio» (Is. 14:13), el profeta parece hacer hablar al rey de Babilonia a la manera de los babilonios, que situaban la sede de sus deidades en las cumbres de las montañas brumosas del norte (Delitzsch, «Commentary of the Old Testament», ob. cit.; un ejemplo adicional lo tenemos en el Olimpo de los griegos). (Véanse CARMELO, EBAL, GERIZIM, HERMÓN, MORIA, OLIVOS [MONTE DE LOS], SION, TABOR, PALESTINA.)


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