(ac. «Nabu-kudurri-usur»: «¡Que Nebo defienda las fronteras!»).

Otra posible transcripción es Nabucodorosor. Hijo de Nabopolasar y rey de Babilonia. Su padre dirigió, con éxito, una rebelión de los caldeos contra Asiria, y fundó (en el año 625 a.C.) el Nuevo Imperio Babilónico. Los Uman-mandá, aliados de Nabopolasar, se apoderaron de Nínive, la capital de Asiria, en el año 612. Los nuevos dominadores de los territorios asirios tuvieron en jaque, desde entonces, el poderío de Egipto. El faraón Necao II, entronizado en el año 609 a.C., invadió Palestina (2 R. 23:9; 2 Cr. 35:20), derrotando a Josías, rey de Judá, que se le quiso oponer, y dándole muerte en la batalla de Meguido (en el año 608). Necao volvió de Egipto poco después con un gran ejército, con el fin de extender sus dominios más allá del Éufrates. Nabopolasar envió a su hijo, Nabucodonosor, a enfrentarse con los egipcios, que fueron aplastados (en el año 605 a.C.) en la batalla de Carquemis. Nabucodonosor los rechazó hasta Egipto, y sometió a los países que fue atravesando (2 R. 24:7; Jer. 46:2), desde el Éufrates hasta el río de Egipto. Al enterarse de la muerte de su padre, dejó a sus generales para que terminaran la guerra en el oeste, y se apresuró a llegar a Babilonia, donde fue hecho rey en el año 605 a.C. (Contra Apión, 1:9).

Los escritores del AT, especialmente Jeremías y Ezequiel, contemporáneos suyos, mencionan a Nabucodonosor. El libro de Ezequiel da importantes enseñanzas acerca de su reinado. Las inscripciones en ladrillos, y los testimonios del historiador babilonio Beroso, sacerdote que vivió en el siglo III a.C., completan el cuadro documental. Después de haber estado pagando tributo a Nabucodonosor durante tres años, Judá se rebeló contra él (2 R. 24:1). El rey de Babilonia volvió a la tierra de Judá, aplastó la revuelta, hizo encadenar al rey Joacim, ordenó deportar a Babilonia a su hijo Joaquín, el príncipe heredero, y estableció como regente a Sedequías, hermano de Joacim (2 Cr. 36:6, 10). (Véanse JOACIM, JOAQUÍN, SEDEQUÍAS). Durante ocho años, Sedequías se mantuvo sumiso, pero en el año noveno, contando con la promesa de un ejército egipcio, se rebeló (Jer. 37:5). En el año 586, Nabucodonosor tomó Jerusalén, quemó el Templo, deportando a todos los notables del país (2 R. 24:25; 2 Cr. 36:5-21; Jer. 39; 52). En esta época (586-573 a C) el rey de Babilonia asedió Tiro (Ez. 29:18; Contra Apión 1:21; Ant. 10:11, 1). En el año veintitrés de su reinado (582) combatió contra Coleosiria, Moab y Amón, deportando a muchos centenares de judíos (Jer. 52:30; Ant. 10:9, 7). En el año trigesimoséptimo de su reinado (alrededor del año 567), Nabucodonosor invadió Egipto (cfr. Ez. 29:19).

Es probable que Nabucodonosor emprendiera más expediciones, pero no se conocen documentos acerca de ello. Su política consistía en deportar a los vencidos, dispersándolos por las diversas regiones de su imperio. Disponiendo así de una numerosa mano de obra, efectuó obras importantes. De las inscripciones del mismo Nabucodonosor se aprecia que él atribuía más importancia a sus construcciones que a sus victorias militares, que quedan relegadas a un segundo plano. En la inscripción de la Casa de la India se hallan las siguientes palabras de Nabucodonosor: «Desde el tiempo en que Merodac me creó para la soberanía, en que Nebo su verdadero hijo me confió sus súbditos, amo como a la vida misma la erección de su morada; y ninguna ciudad más gloriosa he hecho que Babilonia y Borsipa» (col. VII, líneas 26-32). Entre otras de estas numerosas obras se pueden mencionar la gran muralla de Babilonia y el magnífico palacio real; restauró el gran templo de Marduk en Babilonia, el de Nebo en Borsipa, y un gran número de otros santuarios. Se dice que hizo los jardines colgantes de Babilonia para la reina Amitis, su esposa procedente de Media, que tenía añoranza en la llanura de Babilonia por las montañas de su país (Contra Apión 1:9; Ant. 10:11,1). Se dice que él construyó, cerca de Sipara, para la irrigación, un inmenso lago artificial que medía más de 225 Km. de perímetro y 55 m. de profundidad. Hizo una red de canales que cubrían todo el país, construyendo muelles y espigones en el golfo Pérsico. Todo ello coadyuvó a que el orgullo le dominara, por lo que fue castigado, cayendo víctima de licantropía (desorden mental en el que el afectado se imagina que es un animal). Nabucodonosor estuvo «siete tiempos» privado de la razón, comiendo hierba como un buey (Dn. 4). Después recobró la razón; habiendo reinado más de 43 años, murió el año 562 a.C. Le sucedió su hijo Evil-merodac.

Nabucodonosor y la arqueología.

La Babilonia de Nabucodonosor ha sido objeto de sistemáticas excavaciones llevadas a cabo desde 1899 a 1917 por Robert Koldowey y la Deutsche Orientgesellschaft (cfr. Koldowey, «Das Wiedererstehende Babylon», 4ª ed., 1925). En estas excavaciones, que hasta la fecha han sido las únicas con una metodología verdaderamente científica, se descubrió la imponente puerta de Ishtar, que franqueaba el paso de la doble muralla; estaba adornada con ladrillos esmaltados que representaban toda una serie de toros y de dragones (cfr. R. Koldowey, «Das IschtarTor in Babylon», 1918). La sala del trono de Nabucodonosor estaba igualmente decorada con magníficas cenefas geométricas sobre ladrillos esmaltados. El mismo zigurat del rey se hallaba en el recinto del templo. Según Herodoto, tenía ocho pisos, pero sólo queda el primero. Así, la arqueología nos ilustra perfectamente la Babilonia descrita por la Palabra de Dios, y, junto con las inscripciones, nos documenta el carácter de aquel Nabucodonosor que dijo, en un arranque de soberbia; «¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?»

Bibliografía:

Boutflower, C.: «In and Around the Book of Daniel» (Kregel Pub., Grand Rapids, Michigan 1923/77);

Presedo, F.: «Babilonia», en Gran Enciclopedia Rialp;

Wilson, R. D.: «Studies in Ihe Book of Daniel» (Baker Book House, Grand Rapids 1917/1979).


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