El quinto mandamiento ordena que los hijos honren a sus padres, y une una bendición peculiar a la observancia de este deber (Éx 20:12; Dt. 5:16; Ef. 6:1, 2). Los padres deben criar a sus hijos en la reverencia a Dios, y no irritarlos (Gn. 18:19; Dt. 6:7; Ef. 6:1, 2). La ley de Moisés ordenaba la muerte de todo el que maldijera a su padre o a su madre (Éx. 21:15, 17; Lv. 20:9; Dt. 27:16). Los casos extremos de rebelión, de disolución u otros excesos, podían ser sometidos por los padres a los ancianos, que debían entonces juzgar al hijo y que, si era culpable, era ejecutado (Dt. 21:18 21). Así, la ley de Moisés limitaba el poder de los padres. La ley romana llamada de Las Doce Tablas otorgaba al padre el derecho de vida y muerte sobre sus hijos, que podía también reducir a la esclavitud. La ley mosaica reservaba el ejercicio del derecho de vida y de muerte a un cuerpo judicial. Entre los israelitas, la costumbre permitía que un pobre vendiera su hija como esclava, pero la ley de Moisés precisaba y salvaguardaba los derechos de esta hija (Éx. 21:7-11). La costumbre autorizaba además a que el acreedor se apoderase del deudor insolvente, de su mujer, y de sus hijos, para reducirlos a la esclavitud (2 R. 4:1; Neh. 5:5; Is. 50:1; Mt. 18:25).


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