Debido al polvo del camino, y a lo descubiertos que se llevaban los pies, sin calcetines ni medias, era preciso lavarse los pies con mucha frecuencia. A la llegada a una casa, el dueño de ella, o un siervo, lavaba los pies del visitante; como mínimo, se debía presentar agua para poderse lavar (Gn. 18:4; Lc. 7:44). Así, lavar los pies vino a ser una expresión denotando el hecho de mostrar hospitalidad (1 Ti. 5:10). La prestación de este servicio de manera voluntaria denotaba una gran devoción; Jesús dio una gran lección de humildad al lavar los pies de Sus discípulos (Jn. 13:4-15).

Para indicar un trabajo muy humilde se usaba la expresión «desatar las correas de las sandalias» (Mr. 1:7; Lc. 3:16; Jn. 1:27).

Para expresar condena y separación, se sacudía el polvo de la ciudad de los pies de uno de una manera pública (Mt. 10:14; Hch. 13:51).

Para expresar el cuidado de Dios sobre Su pueblo durante la peregrinación en el desierto, Moisés les dice: «Tu vestido nunca se envejeció sobre ti, ni el pie se te ha hinchado en estos cuarenta años» (Dt. 8:4; cfr. 29:5).

Como expresión de dominio, se ponía el pie sobre el cuello del vencido (Jos. 10:24, etc.).

Son numerosas las expresiones que se usan en la Biblia con el término «pie»:

«Cubrirse los pies» se usa eufemísticamente de «hacer las necesidades» (1 S. 24:3).

«Hablar con los pies» denota la gran gesticulación con que hablan los orientales, y con la que dan a sus palabras un énfasis y matiz adicionales (Pr. 5:13).

«sentado a los pies», para denotar a un discípulo recibiendo enseñanza, (Dt. 33:3; heb. lit.: Lc. 10:39; Hch. 22:3).

Hay frecuentes referencias a los pies en cuanto a la conducción por Dios de los Suyos (cfr. Sal. 91:12, que tiene además aplicación mesiánica; Sal. 121:3). Se hace referencia al andar moral en relación con Dios y los demás (Sal. 73:2; Jb. 23:11; 31:5).

Aplicado a los que traen gratas nuevas, «los pies» son un sinónimo de «la llegada» (cfr. Is. 52:7).


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