Fueron infligidas por Dios sobre Egipto para librar a Su pueblo de Israel, que sufría allí la esclavitud, para exhibir ante los egipcios Su gran poder de redención, y para mostrarles que todos los elementos de la creación estaban bajo Su autoridad (Éx. 7-12).

1. La plaga de sangre.

El agua del Nilo y de todos sus canales y pozos se convirtió en sangre. El agua apestaba y los peces murieron, Ésta fue una plaga dura, y más por cuanto que el Nilo era adorado por los egipcios como dios. La destrucción de la pesca del Nilo fue también una gran catástrofe. Pero los magos pudieron hacer el mismo prodigio de transformar el agua en sangre. Faraón endureció por ello su corazón (Éx. 7:14-25).

2. Las ranas.

La tierra se vio invadida de ellas: en sus camas, hornos y artesas. Los magos consiguieron también hacer lo mismo. Sin embargo, la presencia de las ranas era tan molesta que Faraón llamó a Moisés para rogarle que pidiera al Señor que las sacara del país: dejaría salir al pueblo de Israel de Egipto. Las ranas murieron, y fueron recogidas en grandes montones; al verse aliviado, Faraón endureció su corazón, y no permitió que el pueblo saliera de Egipto (Éx. 8:1-15).

3. Piojos (heb. «ken», «kinnam»).

El polvo de la tierra se transformó en piojos sobre hombres y animales. Los hay que han supuesto que se trata de una especie pequeña de mosquitos, porque la LXX dice «skiphes», que algunos traducen como «mosquito». Pero éstos pueden quedar incluidos en la cuarta plaga. Es mucho más probable que se aluda al piojo, como afirma Josefo (ver PIOJO) o a la pulga. Se dice que estaba «tanto en los hombres como en las bestias». Los magos no pudieron imitar esto: se trataba de una comunicación de vida. Tuvieron que reconocer: «Dedo de Dios es éste.» Sin embargo, Faraón se negó a permitir la salida de los hijos de Israel (Éx. 8:16-19).

4. Moscas.

El término «moscas» está añadido, diciendo el original «enjambres», que puede referirse a enjambres de insectos de diversas clases. Iban a llenar las casas y a corromper la tierra. Gesenio vierte «arob» como «tábano», pero en Sal. 78:45 y 105:31 este mismo término se traduce «enjambres de moscas». La Reina-Valera se aproxima mucho al sentido al traducir «toda clase de moscas». Es indudable que se incluye la mosca común en Egipto: son sumamente molestas, contaminando la comida, y atacando al cuerpo insistentemente. Una característica de esta plaga es que no se dio en la tierra de Gosén, donde moraban los israelitas. Faraón se sintió tan apremiado por esta plaga que se apresuró a llamar a Moisés, proponiéndole el permiso para ofrecer sus sacrificios, pero en Egipto. A esto se opuso Moisés, porque los israelitas iban a sacrificar unos animales que los egipcios detestaban (las ovejas) y otros que consideraban sagrados (las vacas). Finalmente, Faraón accedió, con la condición de que no debían alejarse demasiado por el desierto. Sin embargo, tan pronto esta plaga fue quitada, Faraón rehusó nuevamente dejar partir a los hijos de Israel (Éx. 8:20-32).

5. La plaga en el ganado.

Cayó sobre los ganados de los egipcios. Sólo los rebaños y manadas de los israelitas quedaron exentos. Pero Faraón, a pesar de haber comprobado este hecho, persistió en su negativa a dejar partir a Israel (Éx. 9:1-7).

6. Úlceras.

Esta plaga cayó sobre todos los egipcios, incluidos los hechiceros, que ya no pudieron estar ante Faraón como en las otras ocasiones. Sin embargo, Faraón persistió en su obstinada actitud (Éx. 9:8-12).

7. Granizo mezclado con fuego.

Hay evidencias de que no se trató de un granizo normal. La antigua tradición judía (cfr. Talmud Babilónico, «Tratado Berakhoth» 54b) afirma que se trataba de piedras calientes. Es posible que el fenómeno descrito aquí estuviera relacionado con algún fenómeno de carácter cósmico, y que fuera una granizada de una grava procedente de la descomposición de un cometa (cfr. I. Velikovsky: «Worlds in Collision», p. 50). Sin embargo, la tierra de Gosén no quedó afectada. Faraón pidió la intercesión de Moisés, pero al cesar el granizo, reasumió su anterior actitud (Éx. 9:13-35).

8. Langostas.

Moisés amenazó con la plaga de langostas. Los siervos de Faraón advirtieron al monarca que Egipto estaba devastado (Éx. 10:7). Sin embargo, al anunciar Moisés que todo el pueblo iba a irse, junto con todas sus posesiones en ganados y bienes, Faraón se negó nuevamente a permitir su marcha (Éx. 9:1-20).

9. Tinieblas.

«Hubo densas tinieblas sobre toda la tierra de Egipto, durante tres días. Ninguno vio a su prójimo, ni nadie se levantó de su lugar en tres días; mas todos los hijos de Israel tenían luz en sus moradas» (Éx. 10:22, 23). Se trataba de unas tinieblas que se podían sentir, y Faraón llamó a Moisés, dándole autorización para que los israelitas salieran con sus esposas y sus pequeños; pero tenían que dejar tras sí sus rebaños y manadas. Moisés no estuvo de acuerdo: tenían que partir con todo: «No quedará ni una pezuña.» Así iba a ser la redención de Dios. Faraón se encolerizó, y exclamó: «Guárdate que no veas más mi rostro, porque en cualquier día que vieres mi rostro, morirás.» Moisés replicó: «Bien has dicho; no veré más tu rostro» (Éx. 10:29); en Éx. 11:4-8 se afirma claramente que Moisés advirtió a Faraón de la muerte de los primogénitos; ello hubiera podido ser en aquella misma audiencia por un mensaje directo de parte de Dios. Moisés salió encolerizado de la presencia de Faraón (Éx. 11:8).

10. Muerte de los primogénitos.

«Desde el primogénito de Faraón que se sienta en su trono hasta el primogénito de la sierva que está tras el molino, y todo primogénito de las bestias.» Los israelitas habían ya preparado el cordero pascual, y untado su sangre en los postes de la puerta y en el dintel, y el heridor los pasó por alto (véase PASCUA). Esto establece un tipo de la preciosa sangre de Cristo, que constituye el testimonio de que ya ha sido ejecutado el juicio sobre el hombre, y que por ello mismo es la base de todos los tratos de Dios en gracia. Moisés y Aarón fueron convocados, y se les dio orden de que partieran, ellos y sus ganados. Los egipcios los apremiaban, exclamando: «Todos somos muertos» (Éx. 12:33). Así es como Dios lanzó Sus terribles juicios sobre Egipto, para hacer saber a Faraón que Él era el Dios omnipotente, y para redimir a Su pueblo con mano alzada y brazo extendido.

Un aspecto a señalar de las diez plagas es que aunque algunas de ellas, en sí, existen en la naturaleza, presentan unas características notables:

(1) Su intensidad era desconocida.

(2) Fueron anunciadas de antemano.

(3) Se hizo separación entre los egipcios y los israelitas.

(4) Aunque los hechiceros pudieron imitar las dos primeras plagas, no pudieron librar a Egipto de ellas; de hecho ellos mismos las sufrieron.

(5) Por medio de estas plagas cayó el juicio no sólo sobre Egipto, sino también sobre sus dioses: el gran dios Nilo quedó contaminado; el mismo Faraón, que era considerado como divino, humillado; las ranas contaminaron los templos, y finalmente, el sol, el mayor de los dioses de Egipto, se sumió en las tinieblas.

Las diez plagas dejaron sumido a Egipto en la mayor de las devastaciones. La posterior persecución de los israelitas por parte de Faraón y su ejército provocó la pérdida de las fuerzas armadas egipcias y del mismo Faraón en el mar Rojo (véase EGIPTO, (Estancia israelita, f). Egipto quedó así postrado e inerme frente a la invasión de los hicsos, que se apoderaron del país en unas circunstancias totalmente favorables (véase HICSOS) después de la derrota sufrida ante los israelitas en Refidim (Éx. 17:8-16; para la identidad de Amalec con los hicsos, véase HICSOS).

Bibliografía:

Velikovsky, I.: «Worlds in Collision» (Doubleday, Garden City, N. Y., 1950);

Merrins: «The Plagues of Egypt», Bibliotheca Sacra, jul. y oct. 1908.

Para bibliografía adicional, véase bibliografía al final del artículo EGIPTO.


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