La plaza era un ensanchamiento de la calle que en las ciudades antiguas se daba justo ante la muralla, detrás de una puerta de acceso a la ciudad; no se trataba de una gran área abierta como las que conocemos en la actualidad. Las ciudades estaban construidas en elevaciones, y el espacio no se podía desperdiciar. Las calles eran estrechas y serpenteantes. En la «plaza» ante la puerta se llevaban a cabo las transacciones y se celebraban mercados (2 R. 7:1). Allí también se administraba justicia (cfr. Rt. 4:2) y se sufrían los castigos públicos (cfr. Jer. 20:2). Se puede ver este mismo plan en la Jerusalén vieja actual justo tras la Puerta de Damasco.


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