La poesía, una de las formas más antiguas de la literatura, acompañaba frecuentemente a la danza, dándole el ritmo (Éx. 15:20, 21). Un pueblo joven expresa sus emociones mediante imágenes contrastadas, que su viva imaginación saca de la naturaleza. La poesía de los antiguos hebreos presenta estas circunstancias. Las palabras de Sara acerca de su recién nacido tienen una forma poética (Gn. 21:6, 7). Jacob, antes de morir, reúne a sus doce hijos, y pronuncia sobre cada uno de ellos una bendición, a la vez profética y poética (Gn. 49). Lleno de gratitud hacia el Señor, que había arrojado al mar a todo el ejército de Faraón, y dándose cuenta de que los cananeos se llenarían de terror, Moisés expresó sus sentimientos y los de los israelitas en un sencillo y admirable cántico (Éx. 15:1-19), al que María, su hermana, añadió el suyo (Éx. 15:20, 21).

La antigua poesía hebrea no se apoya en la rima. Se hallan algunos poemas que presentan ciertas cesuras, pero ello es la excepción. La asonancia, la aliteración y la rima, aunque son frecuentes en la poesía oriental, se hallan raramente entre los hebreos. No utilizan tampoco una sucesión regular de sílabas acentuadas y átonas. Pero un intenso sentido del ritmo hizo que los poetas produjeran versos conteniendo la misma cantidad de palabras, o al menos de acentos tónicos. Los versos y el sentido terminan simultáneamente (salvo en casos excepcionales, como en el Sal. 92, donde el versículo 14 prosigue al versículo 15).

El carácter esencial de la poesía hebrea es el paralelismo, de manera que el segundo verso es de una u otra manera un eco del precedente. Esta particularidad tiene la inmensa ventaja de que persiste tras la traducción, lo que no sucede con la rima. Robert Lowth fue el primero en atraer la atención hacia esta particularidad, en 1753, y destacó tres tipos de paralelismo: el sinónimo, el sintético y el antitético. Hay además otras variedades.

(a) Paralelismo sinónimo.

El pensamiento del primer verso se repite en otras palabras en el segundo verso (p. ej.: Gn. 4:23):

Ada y Zila, oíd mi voz;

Mujeres de Lamec, escuchad mi dicho:

La estrofa:

Que un varón mataré por mi herida,

Y un joven por mi golpe,

ofrece el mismo paralelismo sinónimo que la primera. Lamec no había dado muerte a dos personas (en el original está en pretérito) sino a una sola. El conocimiento de este paralelismo sinónimo permite aclarar ciertos pasajes ambiguos a primera vista. Por ejemplo, el Sal. 22:20:

Libra de la espada mi alma,

Del poder del perro mi única.

La única es, en efecto, el alma del salmista, su vida (de hecho, las revisiones modernas de Reina-Valera dicen «mi vida»).

(b) Paralelismo por gradación ascendente.

La segunda línea emite una idea nueva, más o menos estrechamente relacionada con la primera, p. ej., Jb. 3:17:

Allí los impíos dejan de perturbar.

Y allí descansan los de agotadas fuerzas.

(c) Paralelismo sintético.

La primera parte sirve de base a la idea introducida por la segunda, p. ej., Sal. 25:12:

¿Quién es el hombre que teme a Jehová? 

Él le enseñará el camino que ha de escoger.

Pr. 26:4:

Nunca respondas al necio de acuerdo con su necedad,

Para que no seas tú también como él

Sal. 24:9:

Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,

Y alzaos vosotras, puertas eternas,

Y entrará el Rey de gloria.

(d) Paralelismo enfático.

Los términos característicos se repiten, para redondear el pensamiento, p. ej., Sal. 29:5:

Voz de Jehová que quebranta los cedros;

Quebrantó Jehová los cedros del Líbano.

Sal. 121:3, 4:

No dará tu pie al resbaladero,

Ni se dormirá el que te guarda.

He aquí, no se adormecerá ni dormirá

El que guarda a Israel.

(e) Paralelismo antitético.

El segundo pensamiento hace resurgir el primero, por antítesis; p. ej., Pr. 10:1:

El hijo sabio alegra al padre,

Mas el necio es tristeza de su madre.

Mt. 8:20:

Las zorras tienen guaridas, Y las aves del cielo nidos;

Mas el Hijo del hombre no tiene dónde recostar su cabeza.

(f) Paralelismo comparativo.

Una similitud, tomada de un dominio familiar, aclara el pensamiento; p. ej., Sal. 42:1:

Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas,

Así clama por ti, oh Dios, el alma mía.

El paralelismo se sirve por lo general de dísticos (dos versos que dan conjuntamente un sentido cabal), pero en ocasiones se usan trísticos (véanse los ejemplos anteriores). Se encuentran también paralelismos extendidos a las estrofas del cuarto o quinto verso (Sal. 1:3; 27:4, 9; 37:7, 14, 20, 25, 28, 34, 40). La estrofa no constituye un elemento esencial de la poesía heb., encontrándose sin embargo en los Sal. 42 y 43, que formaban originalmente un solo poema, dividido en partes iguales por un refrán. El Sal. 46 está compuesto de tres grupos de tres versos cada uno; cada uno de ellos va seguido de una pausa (Selah), y cada uno de los dos grupos va seguido de un refrán. Hay asimismo los salmos alfabéticos, en los que cada verso comienza, en heb., con una letra del alfabeto, y en los que el salmista observa, con mayor o menor rigor el orden alfabético (Sal. 25; 34; 37). Las veintidós letras sucesivas del alfabeto se hallan en las veintidós estrofas del Sal. 119; cada estrofa tiene ocho versículos y cada uno de ellos comienza por la letra atribuida a la estrofa. El libro de las Lamentaciones de Jeremías está compuesto de una manera semejante (Véase LAMENTACIONES)

El arte poético es generalmente épico, dramático, lírico o didáctico, pero en la Biblia no se hallan ni epopeyas ni dramas en verso, el Libro de Job es, sin embargo, semidramático, la acción aparece solo en el prólogo y en el epílogo. El resto del libro está constituido por los discursos alternados de Job y de sus amigos. Véase asimismo CANTAR DE LOS CANTARES. La mayor parte de los poemas bíblicos son líricos. Después del éxodo, aparece el lirismo en cada período de la historia literaria de Israel. La liberación dada por Dios se celebró con odas triunfales: el cántico de Moisés, cantando el paso del mar Rojo; el cántico de Débora; salmos del arrepentido implorando misericordia o expresando el gozo del perdón (Sal. 32; 51), clamores de angustia, afirmaciones serenas de la fe, acciones de gracias por el socorro conseguido (Sal. 38: 3; 23; Hab. 3; 1 S. 2:1-10; Is. 38:10-20; Lc. 1:46-55), salmos que anuncian la venida del Redentor y de Su reino (Sal. 2; 45; 72), elegías como la de David por Saúl y Jonatán (2 S. 1:17-27), de los hijos de Coré sobre Judá (Sal. 44); lamentaciones (Sal. 60; 74).

En el libro del profeta Habacuc (Hab. 3:17-19) se halla un sublime pasaje en el que se hace patente la fe que contempla a Dios más allá de las circunstancias de esta vida, y que expresa la confianza del creyente en el Dios soberano y Salvador, que conduce a los suyos a través de las dificultades de su peregrinación:

Aunque la higuera no florezca,

Ni en las vides haya frutos,

Aunque falte el producto del olivo,

Y los labrados no den mantenimiento,

Y las ovejas sean quitadas de la majada,

Y no haya vacas en los corrales;

Con todo, yo me alegraré en Jehová,

Y me gozaré en el Dios de mi salvación.

Jehová el Señor es mi fortaleza,

El cual hace mis pies como de ciervas,

Y en mis alturas me hace andar.


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