La primera de las epístolas de Pablo en el NT, es cronológicamente la sexta, habiendo sido redactada en Corinto. Ello se desprende de los saludos (Ro. 16:23, cfr. 1 Co. 1:14; 2 Ti. 4:20) y de que la epístola fue muy probablemente llevada a Roma por Febe, diaconisa de la iglesia en Cencrea (Ro. 16:1), uno de los puertos de Corinto (Hch. 18:18). Si es así, el apóstol redactó esta epístola en la época de su paso por Grecia (Hch. 20:2, 3) en el invierno del año 57-58 d.C. Pablo hacía tiempo que anhelaba ir a Roma (Ro. 1:10-12; 15:23). Habiendo acabado su misión en Oriente (v. 23), deseaba detenerse en Roma en su proyectado viaje a España (Ro. 15:28). Pero el apóstol deseaba ir antes a Jerusalén para llevar los dones de las iglesias de los gentiles (Ro. 15:25, 26). No sabiendo lo que sería de él en el curso de este peligroso viaje (Ro. 15:30-32; Hch. 20:22), Pablo enviaba esta carta a Roma, donde tenía muchos amigos (cfr. Ro. 16). Apóstol a los gentiles, se consideró responsable de la iglesia en Roma (Ro. 15:15, 16), aun cuando todavía no la había podido visitar.

El tema de esta epístola, una de las más sistemáticas de las escritas por Pablo, le fue inspirado por las controversias que había tenido que sustentar, y por la necesidad de definir el Evangelio que predicaba entre los gentiles. Esta carta, de una gran importancia, trata de una manera detallada la cuestión de la salvación. ¿Por qué esta exposición tan detallada se dirige precisamente a los cristianos de Roma? Indudablemente debido a que el apóstol, consciente de la importancia del testimonio dado en la capital del Imperio, quiere fortalecer la fe de los cristianos, y prevenirlos contra el error.

En tanto que la Epístola a los Gálatas constituye la carta magna de la libertad cristiana, la Epístola a los Romanos expone los principios fundamentales de la fe.

A. Análisis:

Después de la mención de los destinatarios y de los saludos (Ro. 1:1-7), y de la expresión de su gran interés por los cristianos en Roma (Ro. 1:8-15), el apóstol indica cuál es la esencia de su Evangelio y el tema de la epístola: «El evangelio... es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree... en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe» (Ro. 1:16, 17).

Pablo expone acto seguido la universalidad del pecado y la necesidad de la gracia para la justificación (Ro. 1:18-3:20). Declara, de entrada, que los gentiles se hallan bajo el imperio del pecado, y bajo condenación (Ro. 1:18-32). Los judíos son igualmente culpables ante Dios (Ro. 2). Después Pablo refuta la objeción de que ello equivale a la pérdida de los privilegios de Israel. A ello responde que el privilegio de los judíos consiste en ser depositarios de la revelación, pero que sus propias Escrituras los declaran pecadores (Ro. 3:1-19). Lo que hace la Ley es dar pie a la transgresión, por cuanto el hombre es pecador, y no se sujeta a la Ley de Dios (véase LEY); la culpa de pecado es universal (Ro. 3:20).

Sin embargo, Dios justifica a todo creyente, a causa de la obra redentora llevada a cabo por Cristo (Ro. 3:21-30). El apóstol demuestra este extremo apoyándose en el AT (Ro. 3:31-4:25) y demuestra que la salvación por medio de la fe es la base de la experiencia cristiana (Ro. 5:1-11). Haciendo un paralelo entre Adán y Cristo, establece que Dios ha actuado en base a los mismos principios, tanto en lo que respecta a la vieja como a la nueva humanidad (Ro. 5:12-21).

Pablo refuta acto seguido tres objeciones relativas a la doctrina de la salvación recibida exclusivamente por la fe, en virtud del sacrificio de Cristo por nosotros.

(a) La doctrina de la salvación por la fe no incita a los creyentes a pecar, por cuanto la fe en Cristo implica la unión con el Salvador, lo que eleva al creyente a una nueva vida con una nueva naturaleza moral (Ro. 6:1-14).

(b) La doctrina de la liberación del yugo de la Ley no dispensa al creyente de una actuación moral; lo que sucede es que la Ley ya no es más el principio de su actuación. Sus motivos derivan del hecho de que se ha consagrado totalmente a Dios para hacer Su voluntad en el contexto de una vida nueva (Ro. 6:15-7:6).

(c) Se pretendía también que Pablo implicaba que la Ley era algo malo. A esto el apóstol replica que de lo que se trata es que la Ley no puede salvar, no que sea mala. El hombre es pecador e incapaz de observarla; de ahí precisamente su necesidad de salvación, por cuanto la Ley, ejerciendo su ministerio, lo condena y mata (Ro. 7:7-25).

Habiendo refutado estas objeciones, Pablo demuestra (Ro. 8) que la obra redentora de Cristo provee a la renovación espiritual, a la santificación completa, y al definitivo triunfo de aquellos que están en Cristo y que, escogidos y llamados por Dios, tienen parte en la manifestación total de Su amor. Habiendo definido la doctrina evangélica de la salvación, el apóstol la aplica al caso de Israel, el pueblo elegido, que en tanto que nación no la ha aceptado. El apóstol explica que la promesa de salvación nunca había sido dada de una manera global a todo el pueblo judío, sino solamente a los «escogidos», la verdadera descendencia de Abraham, escogida por Dios (Ro. 9:1-13). Pablo cita el AT para apoyar la doctrina de la elección soberana del Señor (Ro. 9:14-29; véase ELECCIÓN). Añade que el rechazamiento de parte de los judíos proviene de que rechazan sus propias Escrituras con respecto a la salvación (Ro. 9:30-10:21). Sin embargo, Israel no está totalmente rechazado, porque el «resto» prometido, los judíos elegidos, sí han creído (Ro. 11:1-10). Llegará finalmente el momento en que la nación judía como tal se convertirá y aceptará al Redentor, su Mesías, como lo hacen los creyentes surgidos de la gentilidad (Ro. 11:11-36).

El final de la epístola contiene exhortaciones a poner en práctica los principios cristianos (Ro. 12), a cumplir los deberes cívicos y sociales (Ro. 13), a vivir en el amor y la unidad (Ro. 13:1-15:13). La epístola concluye con mensajes personales y saludos (Ro. 15:14-16:27).

B. Estructura de la epístola a los romanos.

Hay dos hipótesis principales acerca de su composición original, pero que tienen un mero interés literario, careciendo de toda importancia doctrinal.

(a) Siendo que la epístola tenía que circular, habría sido abreviada con la omisión de referencias locales (p. ej., los términos «en Roma», Ro. 1:7), y suprimiendo los capítulos. 15 y 16, pero sin tocar las secciones doctrinales y exhortatorias prácticas. En apoyo de esta hipótesis se aduce que la doxología de Ro. 16:25-27 figura en algunos mss. al final del cap. 14, o simultáneamente al final del cap. 14 y del 16. Se argumenta también que Tertuliano, Ireneo y Cipriano no citan ningún pasaje de los caps. 15 y 16, de los que Marción tampoco hace mención alguna. Sin embargo, el carácter circunstancial de estos capítulos explica de sobra estas omisiones. La teoría de la abreviación solamente se basa, entonces, en la presencia de la doxología al final del cap. 14 en algunos mss. Éste es un argumento muy débil, y tanto más cuanto que ninguno de los mss. que existen en la actualidad presenta la epístola abreviada en modo alguno.

(b) La segunda hipótesis supone que el cap. 16 no formaba parte de la epístola en un principio, sino que se trataba de una carta separada para recomendar a Febe a la iglesia en Éfeso. Se aduce, y con razón, que el cap. 15 forma una unidad con el 14, siendo su secuela acerca del espíritu de sacrificio de que tienen que hacer gala los fuertes en bien de los débiles. Por otra parte, el cap. 15 acaba en su v. 33 con alguna bendición análoga a la que presentan algunas de las otras epístolas de Pablo (2 Co. 13:11; 1 Ts; 5:23; 2 Ts. 3:16; Fil. 4:9), formando una conclusión natural. Entonces, el cap. 16 sería un suplemento. A ello se puede responder que:

(A) Hay ocasiones en que los saludos siguen a una doxología, o una bendición, e incluso un amén (Fil. 4:20; 2 Ts. 3:16; cfr. 2 Ti. 4:18).

(B) El cap. 16 forma parte de la epístola en todos los mss. conocidos.

(C) La presencia de Priscila y Aquila en Roma se explica fácilmente. Viajaban mucho; se hallaban en Roma cuando los judíos fueron echados de la ciudad por un decreto imperial. La pareja estuvo alrededor de un año y medio en Corinto, y acompañó a Pablo a Éfeso. Este matrimonio se dedicó a expandir el cristianismo en esta ciudad, en la que estuvieron, al menos, hasta que Pablo volvió de Jerusalén. Es posible que fueran a Roma para preparar la llegada de Pablo (Hch. 19:21).

(D) Es posible que Epeneto, «las primicias de Asia» (Ro. 16:5), convertidas en la provincia de Asia, hubiera ido a Roma. En efecto, cristianos, judíos y gentiles acudían desde todos los lugares a la ciudad imperial. Epafras de Colosa, Aquila del Ponto, y Herodes el tetrarca, todos ellos acudieron a la capital.

(E) Está demostrado que los cristianos saludados en el cap. 16 tenían nombres que eran corrientes en Roma.

(F) El hecho de que los saludos son dirigidos a numerosas personas no implica que todas ellas, sin excepción, fueran conocidas personalmente del apóstol. Es indudable que Aquila, Priscila y otros corresponsales le habían mencionado en sus cartas a estos cristianos firmes y celosos.

C. AUTENTICIDAD.

La autenticidad de esta epístola jamás ha sido seriamente cuestionada. Se reconoce en ella el carácter y genio de Pablo, que le calificaban para redactar la exposición más completa y sistemática de las verdades de la salvación. Se encuentran alusiones o citas de esta carta en los escritos de Clemente de Roma, Ignacio, Justino Mártir, Policarpo, Hipólito, Marción, en el Canon de Muratori, las versiones Vetus Latina y Siríaca. Desde la época de Ireneo, la epístola está reconocida universalmente como paulina y canónica. Las pruebas internas son igualmente poderosas. El autor afirma ser Pablo (Ro. 1:1); lo que afirma de sí mismo sólo se puede aplicar al gran apóstol de los gentiles (Ro. 11:13; 15:15-20). El estilo, la argumentación y la doctrina son patentemente de Pablo.

No es sorprendente que la Epístola a los Romanos haya jugado un papel tan importante en la historia de la Iglesia. Su influencia fue inmensa en Agustín de Hipona, en los Reformadores, y cada vez que ha habido un despertamiento genuinamente bíblico esta epístola ha sido un centro pivotal.

Bibliografía:

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Ironside, H. A.: «Exposición de Romanos» (Ed. Buenas Nuevas, St. Louis, 1979);

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Martín Lutero: «Commentary on Romans» (Kregel Pub., Grand Rapids, 1982);

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Pettingill, W. L.: «Estudios sencillos sobre Romanos» (Clíe, Terrassa, 1984);

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Trenchard, E.: «Una exposición de la Epístola a los Romanos» (Literatura Bíblica, Madrid, 1976).


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