= «reposo», «cesación de actividad».

Día de reposo instituido divinamente para todos los hombres.

(A) Origen.

Según el relato de la creación, Dios reposó en el día séptimo de toda Su obra, y lo bendijo y santificó (Gn. 2:2-3). El término «Sabattu» se halla en cuneiforme sobre las tabletas babilónicas; parece designar un día nefasto, y se aplica también a los días 14, 19, 21 y 28 del mes lunar, además de al séptimo. Durante estos días, el rey se debía abstener de ciertas actividades. Se puede ver cómo una tal concepción estaba bien alejada del sábado israelita, que no dependía en absoluto de las fases de la luna.

(B) Institución y objeto:

La primera mención de la institución para Israel de un séptimo día de reposo, consagrado a Jehová, se halla en Éx. 16:23-30. Esta ordenanza fue después incluida en el cuarto mandamiento del Decálogo, estableciéndose allí de manera directa su relación con el cese de la actividad creadora en el séptimo día (Éx. 20:8-11, 31:13-17). Dios cesó Su obra contemplándola y bendiciéndola; el hombre es llamado a participar de esta bendición, y a cesar también en sus obras, en este día santificado. El reposo del sábado queda así ligado al cumplimiento entero de la obra del hombre:

«Seis días trabajarás, y harás toda tu obra.»

Por otra parte, según Dt. 5:15, el sábado recuerda la liberación de la esclavitud de Egipto: el pueblo se puede gozar de la libertad que le ha otorgado la poderosa mano de Dios. Todos deben participar de este reposo: padres, hijos, siervos, extranjeros, e incluso las bestias de carga y tiro (Dt. 5:14). El sábado vino a ser un signo peculiar del pacto perpetuo celebrado por el Señor con Israel (Éx. 31:13, 16-17).

(C) Observancia del sábado.

(I) El Decálogo prohibía de manera general llevar a cabo ninguna obra durante este día (Éx. 20:10). La Ley especifica que no se debe encender fuego en las casas, porque las comidas deben ser preparadas el día anterior (Éx. 35:2-3). El hecho de recoger leña queda considerado como una violación del sábado, y los transgresores son castigados con la muerte (Nm. 15:32-36); de la misma manera, está prohibido llevar cargas (Jer. 17:21-22). Se consideró que viajar durante el sábado era contrario a Éx. 16:29, y que tampoco estaba permitido comerciar (Neh. 10:10-31; 13:15-21; Am. 8:5).

(II) El sábado era el día consagrado al Señor (Éx. 16:23; 35:2). Se debían inmolar, en el santuario, dos corderos, además del holocausto perpetuo de los días ordinarios (Nm. 28:9-10, 13). Los dos panes de la proposición eran renovados cada sábado (Lv. 24:5-8; 1 Cr. 9:32). El sábado era asimismo contado entre los días de gozo de Israel (Nm. 10:10; cfr. Os. 2:13). El pueblo tenía que hacer de él su delicia, para tratar de manera particular en este día hacer la voluntad del Señor, santificándolo y honrándolo; el hombre piadoso se cuidaba en aquel día de no hacer su propia voluntad ni decir lo que le salía de sí (Is. 58:13). Era bendecido, santificado por su búsqueda de Dios, y proclamado feliz (Is. 56:2, 4-6; Ez. 20:12, 21).

Es especialmente después del cautiverio que la observancia del sábado cayó en un legalismo extremado. Antíoco Epifanes, el rey perseguidor de Siria, intentó prohibir su celebración (1 Mac. 1:45, 52; 2 Mac. 6:6), pero los israelitas que permanecieron fieles se rebelaron bajo el caudillaje de los Macabeos, manteniéndose estrictos observantes de esta ordenanza.

Al principio de la guerra, los judíos creían que no tenían derecho a defenderse durante el sábado. Las hostilidades comenzaron con la matanza de 1.000 patriotas judíos y de sus familias. Los supervivientes, resolvieron defenderse si el enemigo los atacaba en día de sábado, pero no pasar a la ofensiva en este día (1 Mac. 2:31-41), incluso si tal actitud favorecía el avance de los paganos. Más tarde, durante el asedio de Jerusalén, Pompeyo erigió, durante un sábado, arietes y torres. Los judíos no respondieron a la amenaza. Apenas si el sábado había ya acabado, los romanos abrieron una brecha en las murallas (Ant. 14:4, 2 y 3). En la época de Cristo, los fariseos habían dispuesto normas ridículas acerca del sábado, prohibiendo incluso los gestos de misericordia, y combatían a Jesús porque efectuaba curaciones en sábado. Sin embargo, los fariseos no consideraban contra la Ley salvar un buey, un asno o una oveja en día de sábado, ni se privaban de abrevar a sus animales (Mt. 12:9-13; Lc. 13:10-17). Los fariseos no se opusieron sólo a las curaciones, sino también a la recogida fortuita de algunas espigas por parte de los discípulos de Jesús en sábado. El Señor declaró entonces: «El día de reposo fue hecho a causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo» (Mr. 2:23-28). Por lo que respecta a los esenios, su postura era exacerbada. No podían socorrer a un animal que cayera en un hoyo; ni siquiera podían aliviar las necesidades fisiológicas, por cuanto sus normas les prohibían hacerlo en Jerusalén, y la distancia a que tenían que ir fuera de la ciudad era superior a la de un día de sábado (véase QUMRÁN [ROLLOS DE], VI, Qumrán y los esenios).

(D) Ciclos sabáticos.

Además del séptimo día, había períodos regulares consagrados al reposo, a la adoración de Jehová, a la proclamación de la libertad. Había: el primer día del mes séptimo (Lv. 23:24-25); en este mismo mes, el día décimo (Lv. 23:27, 32), y a partir del día 15, se pasaba una semana bajo los tabernáculos (Lv. 23:39-41); cada siete años se celebraba un año sabático (Éx. 23:10-11; Lv. 25:2-7, 20-22; Dt. 15:1-4; 31:10), durante el cual la tierra misma debía reposar, y los acreedores liberar a sus deudores de sus deudas; todo israelita reducido a la condición de esclavo recuperaba su libertad. Finalmente, el jubileo tenía lugar en el año cincuenta, después de siete ciclos de años sabáticos. Al final del año sabático se tocaba la trompeta para proclamar el año de gracia (Lv. 25:8-16). (Véase JUBILEO.) Hay algunos testimonios históricos acerca de la observancia del año sabático:

el pacto concertado en la época de Nehemías (Neh. 10:31);

el año 150 de la era de los Seléucidas, esto es, el año 164-163 a.C. (1 Mac. 6:49, 53; cfr. Ant. 12:9, 5);

el año 178 de los Seléucidas, el año 136-135 a.C. (Ant. 13:8, 1; Guerras 1:2, 4);

el decreto de César librando a los judíos de pagar el tributo durante el año sabático (Ant. 14:10, 6; cfr. Tácito, Historias 5:4);

el año 38-37 a.C. (Ant. 14:16, 2; 15:1, 2); y

el año anterior a la caída de Jerusalén, 68-69 d.C. (Talmud). Cfr. asimismo Ant. 11:8, 5 para la época de Alejandro Magno.

El cautiverio había sido predicho entre las maldiciones; durante este tiempo la tierra de Israel disfrutaría de los sábados que no habían sido cumplidos (Lv. 26:34-43). Jeremías profetizó que Dios castigaría la idolatría del pueblo mediante la devastación del país y la servidumbre de Israel en Babilonia durante 70 años (Jer. 25:7-11). El autor de Crónicas confirma que la violación de la Ley y la profanación del Templo hicieron sobrevenir sobre los judíos, como Jeremías lo había predicho, el exilio de 70 años, y que durante este período la tierra de Israel disfrutó de sus sábados y reposó (2 Cr. 36:14, 16, 20, 21).

(E) El sábado y el cristianismo.

En los Evangelios y Hechos, el sábado es frecuentemente mencionado en relación con los judíos. En el resto del NT es citado sólo en dos ocasiones (Col. 2:16; He. 4:4) para indicar su significado espiritual y tipológico. En estos dos pasajes no se afirma en absoluto que debamos observarlo, sino que en la institución sabática del AT podemos ver una imagen del reposo que espera al pueblo de Dios. Al haber sido comprados con la sangre preciosa de Cristo, todo nuestro tiempo y ser pertenece a Dios. Nadie debe ser juzgado por la observancia de una fiesta, de una luna nueva ni de sábados (Col. 2:16). En los primeros años de la Iglesia cristiana, había creyentes que seguían haciendo distinción entre días, en tanto que otros los estimaban todos iguales (Ro. 14:5); Pablo no desea que estas divergencias provoquen un quebrantamiento en el espíritu fraternal. Pero era también normal que la observancia legal del día séptimo dejara paso al reposo constante en Cristo, del que el reposo hebdomadario era sólo una sombra (Col. 2:17). Los que creen, entrarán en este reposo, en el que en principio ya están por la fe (cfr. He. 4:3), pero cuyo cumplimiento definitivo está aún en el futuro (cfr. He. 4:9).

Es deseable que, a fin de tener el tiempo libre deseado para poder frecuentar el culto (He. 10:25) y en vista de un buen equilibrio físico, los cristianos tomen el domingo como festivo, el día del Señor. Sin embargo, no se trata de un cumplimiento legal del cuarto mandamiento, que es de carácter ceremonial y no correspondiente a la dispensación de la gracia. La verdadera obediencia a Dios por parte del cristiano consiste en vivir todos los días en el reposo espiritual descrito en Hebreos caps. 3 y 4, permitiendo que el Señor sea quien obre en ellos y por medio de ellos. (Véase DOMINGO.)

Bibliografía:

Chafer, L. S.: «Teología Sistemática» (Publicaciones Españolas, Dalton, Ga., 1974, esp. tomo II, PP. 104-126 y 710-718);

Darby, J. N.: «The Sabbath», en The Collected Writings of J. N. Darby, vol, 10, PP. 270-303 (Stow Hill Bible and Tract Depot, Kingston-on-Thames, reimpr. 1964); cfr. también op. cit., vol. 14, PP. 349-357;

Pressensé, E. de: «Histoire des trois premiers siècles de l'Église chrétienne »(Ch. Meyrueis, París, 1870, vol. II, esp. PP. 362 ss.).


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