Ciudad al norte de Bet-el, al sur de Lebona, al este de la ruta principal, comunicando Bet-el con Siquem (Jue. 21:19), hallándose en Efraín. Se identifica con Seilûn, a unos 16 Km. al nor-noreste de Bet-el.

Bajo el mando de Josué, los israelitas erigieron el Tabernáculo en Silo (Jos. 18:1) y procedieron a echar suertes sobre las partes de Canaán que aún no habían sido asignadas (Jos. 18:8-10; 19:51; 22:9). Las tribus del oeste del Jordán se reunieron en Silo para convocar a sus hermanos establecidos al este del río para que explicaran la erección de su altar (Jos. 22:12).

En la época de los Jueces, los israelitas celebraban una fiesta anual en Silo en honor de Jehová (Jue. 21:19; 1 S. 1:3). En una de estas ocasiones, los benjamitas se apoderaron de jóvenes muchachas de Silo (Jue. 21:16-23).

En la época de Elí, y durante la infancia de Samuel, el tabernáculo y el arca se seguían hallando en esta localidad (Jue. 18:31; 1 S. 1:9, 24; 2:14, 22; 3:3, 21; 4:3, 4; 14:3). La toma del arca por parte de los filisteos significa que Dios había abandonado a Silo (Sal. 78:60; Jer. 7:12, 14; 26:6, 9), dándose una suspensión del pacto concertado en Sinaí, simbolizado en el arca y el ritual. Cuando los filisteos devolvieron el arca, no fue devuelta a Silo (1 S. 6:21; 7:1, 2; 2 S. 6:2, 11, 17). Samuel echó las bases de la reforma que llevaría a que los israelitas vieran restituidos sus privilegios del pacto.

Ahías, el profeta de Silo, había predicho la realeza futura de Jeroboam. La esposa de este soberano, cuyo hijo estaba gravemente enfermo, fue a Silo a preguntar al profeta si su hijo sanaría (1 R. 14:2, 4).

La ciudad seguía estando habitada en tiempos de Jeremías (Jer. 41:5) y siguió existiendo durante los imperios griego, romano y bizantino.


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