Astro del día. Dios lo creó (Gn. 1:16; Sal. 74:16; 136:8), lo mantiene y lo dirige (Jer. 31:35; Mt. 5:45; Sal. 104:19). La vegetación crece, pero también se deseca bajo el calor del sol (Dt. 33:14; 2 S. 23:4; Jon. 4:8).

La Biblia dice que el sol se levanta, se pone, recorre el camino en su curso en los cielos (Sal. 19:4-6). Estas expresiones siguen siendo usadas en la actualidad. Se ha querido mostrar como argumento en contra de las Escrituras, que presenten al sol como moviéndose en relación con la tierra. Sin embargo, esta postura es, desde el terreno de la misma cosmología, insostenible. En base a la mecánica, todos los movimientos del universo son mutuamente relativos, y el punto de referencia que se tome como fijo para medir los movimientos de todos los demás objetos con respecto a este punto es totalmente arbitrario desde el punto de vista de la física. Ello se debe al fracaso en el intento de llegar a probar un espacio newtoniano absoluto y, por ende, un movimiento absoluto con respecto a este espacio. Las modernas concepciones de la Relatividad también asumen la arbitrariedad de la elección del punto de reposo, con respecto al cual se pueden derivar entonces las ecuaciones de los movimientos de los demás objetos. Así, se puede tomar la tierra, como el sol, como la luna, como cualquier objeto celeste, desde un punto de vista físico-cosmológico, como centro de movimientos de todo el universo, siendo cada uno de estos puntos, en palabras de Sir Fred Hoyle, «ni mejor ni peor que los demás».

Las Escrituras comparan la muerte prematura, la repentina pérdida de los bienes, con el ponerse del sol a mediodía (Jer. 15:9; Am. 8:9; Mi. 3:6). Los pueblos paganos contemporáneos de los hebreos adoraban al sol, en particular los babilonios en Sippar y en Larsa (o Samas) y los egipcios bajo la advocación de Ra, en On (cfr. Bet-semes, «casa del sol», o Heliópolis, «ciudad del sol», otros nombres dados a On, Jer. 43:13; Gn. 41:45). (Véanse DIVINIDADES PAGANAS, EGIPTO, d.) Los profetas pusieron a los israelitas en guardia contra todas estas formas de paganismo, pero el culto solar ganó, sin embargo, adeptos entre ellos (cfr. QUMRÁN [MANUSCRITOS DE], f). Los israelitas apóstatas erigieron altares al ejército de los cielos (2 R. 21:5), ofrecían sahumerios al sol, le dedicaban caballos (2 R. 23:5, 11; cfr. el culto persa, Herodoto 1:189; 7:54). Los idólatras enviaban besos a los astros, lanzándolos con la mano (Jb. 31:26-27).

Para la detención del sol sobre Gabaón, véase JOSUÉ (LIBRO DE); véase también RELOJ DE SOL.

El término heb. «hammãnîm» ha sido traducido «imágenes» (o columnas, estelas) consagradas al sol (Lv. 26:30; 2 Cr. 14:5; 34:4; 7; Is. 17:8; 27:9; Ez. 6:4, 6). Pero en Palmira se ha descubierto un altar que llevaba un nombre relacionado con el heb. «hammãnîm». Así, las «imágenes» o «columnas» dedicadas al sol pudieron más bien ser altares donde se le quemaba incienso (cfr. Os. 4:13). En Meguido se hallaron altares similares, anteriores al siglo X a.C., y que se usaban para el culto a Baal.


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