(gr. «deisidaimonia»: «temer, o reverenciar a demonios», esto es, dioses paganos).

En la revisión 1909 aparece como adjetivo, «supersticioso» (Hch. 17:22), en la calificación que Pablo da a los atenienses; efectivamente, ellos aceptarían que eran adoradores de demonios en el sentido que ellos daban al término, en tanto que Pablo usa la palabra «daimõn» en el sentido peyorativo, desde la perspectiva monoteísta. En otro pasaje lo usa Festo, refiriéndose al judaísmo (Hch. 25:19).

Se puede aplicar propiamente el término de superstición a todo sistema de creencias que no se relaciona directamente con el Dios Trino y Uno, sino que sitúa seres intermedios en una falsa cadena mediadora y con influencias sobre diferentes aspectos de la vida y del medio en que se desenvuelven las personas. Así, la magia, la adivinación, los sortilegios, la evocación a los muertos, y una multitud de prácticas paganas entran dentro de lo que se puede designar como superstición. (Véanse ADIVINACIÓN, IDOLATRÍA.)


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