Compromiso voluntario a consagrarse a Dios, o a consagrarle un hijo o los propios bienes. Bajo el imperio del temor, o del deseo, los hombres de todas las naciones tienen la tendencia a hacer votos que se comprometen a cumplir (Gn. 28:20-22; Nm. 21:2; 1 S. 1:11; 2 S. 15:8; Jon. 1:16).

El primer voto mencionado en la Biblia es el de Jacob en Bet-el. En este voto le prometió a Dios el diezmo de todos sus ingresos, y de levantarle un lugar de culto si Él lo bendecía en su viaje (Gn. 28:18-22).

Bajo la Ley, los israelitas no estaban obligados a hacer votos, pero, si se prometían voluntariamente, había la obligación de cumplirlos puntualmente. La Ley daba también instrucciones acerca de los casos excepcionales en los que fuera imposible su cumplimiento (Nm. 30:2-14; Dt. 23:21-23; Sal. 1:14; Ec. 5:4, 5; Nah. 1:15; etc.).

Los únicos casos de votos en el NT son el de Pablo (o de Aquila, en opinión de algunos) en Cencrea, que está envuelto en un velo de misterio, y el de los cuatro varones de Jerusalén (Hch. 18:18; 21:23). Es probable que se tratara de un voto de nazareato, por el hecho de afeitarse la cabeza. Según la Ley, el último afeitado tenía que ser llevado a cabo en el Tabernáculo o en el Templo (Nm. 6:18).


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