Y los judíos también asintieron, diciendo que estas cosas eran así.

Después de la promesa retórica de la introducción, la declaración de los cargos contra Pablo es aún más débil en contraste. Tértulo declara que los judíos encontraron en este hombre una plaga constante, una persona extremadamente mala y perversa; un incitador de sediciones a todos los judíos en el mundo entero, a lo largo y ancho del Imperio Romano, un destructor de toda paz y orden al crear disputas; un cabecilla de la secta de los nazarenos, el epíteto despectivo aplicado a los seguidores de Jesús.

Este hombre, contra quien se presentaron estos cargos, había intentado profanar el Templo como la indignidad suprema de su carrera y como expresión del bajo carácter que se le atribuía. Entonces los judíos lo habían apresado, arrestado, con la intención, como afirma Tértulo, de darle un juicio justo de acuerdo con su Ley. Eso fue nuevamente forzar la verdad con venganza, porque el asunto en el Templo había sido la acción de la violencia de la multitud del pueblo, y no podía interpretarse de otra manera.

Pero Lisias, el quiliarca, como afirma el procurador con gran alarde de justicia ultrajada, se les había echado encima y se había llevado al prisionero, fuera de sus manos, con gran fuerza, con violencia armada, interfiriendo así, como insinúa Tértulo, con la Ley según la cual los romanos permitían a los judíos dar muerte a cualquier persona que profanara el Templo. Y luego Lisias había mandado a los acusadores de Pablo que fueran al gobernador, y este último podía ahora, por lo que el abogado concluye su discurso, al examinar al prisionero, obtener un entendimiento, llegar a una conclusión, con respecto a las acusaciones que trajeron. En su contra.

Su decisión, como implica el tono de Tértulo, no podía tomarse de otro modo que a favor de los judíos. Era una fina tela de mentiras que el hábil abogado había construido tergiversando los hechos, añadiendo motivos que no existían en el momento en que se realizaron ciertos hechos, y haciendo declaraciones sobre el carácter del reo que no eran más que calumnias. Pero los judíos se unieron a la acusación, confirmando las palabras de su abogado, y alegando falsamente que todas esas cosas eran ciertas, que tales eran los hechos del caso. Por tales medios los incrédulos y los enemigos de Cristo intentan obstaculizar y destruir la verdad.

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