Vosotros no me habéis elegido a mí, sino que yo os he elegido y os he ordenado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca, para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé.

Este nuevo carácter de los discípulos el Señor lo explica más ampliamente. Hace la distinción entre siervos y amigos. Un siervo no sabe lo que hace su amo; Recibe órdenes para llevar a cabo una tarea asignada, pero no tiene idea de cuál puede ser el objeto del maestro al asignarla; no tiene ningún interés personal en su trabajo. Pero los discípulos de Jesús son desde ahora sus amigos; están en Su confianza, son admitidos en el círculo íntimo de los íntimos, en Su estrecha compañía.

El único nombre que les cabrá ahora es el de amigos, porque el Maestro les ha revelado los secretos del Padre, su esencia y especialmente su consejo de amor para la salvación de la humanidad. Este es un gran honor porque, para empezar, no hay igualdad entre Él y ellos. Entre hombres de igual rango, la amistad surge espontáneamente. Pero en este caso fue pura gracia y misericordia de parte de Jesús lo que lo impulsó a elegirlos.

No había la menor idea en la mente de los creyentes de elegir a Cristo como su Salvador o ponerse de su lado. Esta elección fue hecha enteramente por Él. Todo lo que hacen los creyentes en la fe es el resultado de la elección misericordiosa de Cristo. Es por eso que han sido puestos, designados, con el propósito de salir, de mostrarse ante el mundo y hacer buenas obras.

Y estos frutos de su fe y elección no deben ser pasajeros y evanescentes, sino que deben tener un valor permanente, duradero. Como cristianos creyentes tienen esa capacidad, y deben hacer uso de la energía y el poder que Cristo les suministró a través de la fe. Y esto, a su vez, implica una intimidad tan estrecha con el Padre que los creyentes presentan libremente ante Él sus peticiones y oraciones.

Oran en el nombre de Jesús, confiando en Su redención, que los ha restaurado a su posición legítima como hijos de Dios, sabiendo que Dios escuchará su oración y les dará las bendiciones que necesitan. Cristo y el Padre son para los creyentes una fuente constante y una fuente de fortaleza espiritual. Deben todo lo que son, lo que tienen y todo el bien que hacen, a Cristo y al amor de Cristo.

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