Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.

Sólo un pequeño rebaño es el de los discípulos en medio de la gran masa de las naciones del mundo; sólo unos pocos, un mero puñado, que están buscando ferviente y ansiosamente el Reino. Pero éstos no temerán, porque el Reino será de ellos según el beneplácito del Padre, porque a Él le agrada, en Su gran misericordia, dárselo, como un don gratuito. "Como si dijera: No os lo habéis ganado; sí, os habéis ganado el infierno; pero lo que os sucede, eso no es más que la gracia, prometida a vosotros por el beneplácito del Padre; por tanto, solamente creed, y seguramente lo tendrá.

Es una gran cosa que seamos hijos de Dios y hermanos de Cristo, que tengamos poder y señores sobre la muerte, el pecado, el diablo y el infierno; pero tal poder no lo tienen todos los hombres, sino sólo los que creen. Porque el que cree que Dios es nuestro Padre y nosotros sus hijos, no tiene por qué temer a nadie; porque Dios es su Protector, en cuyo poder están todas las cosas, y todos los corazones de los hombres en Su mano. “En lugar de que los creyentes pongan sus corazones y mentes en las cosas de este mundo y se llenen de cuidado del cuerpo, deben, de acuerdo con el consejo del Señor, vender sus bienes y dar el producto a la caridad.

Entonces sus corazones serán arrancados de todas las consideraciones terrenales y se fijarán con mayor facilidad y firmeza en las riquezas eternas. Las posesiones de los discípulos estarán entonces contenidas en una bolsa que nunca envejecerá, porque son las riquezas de la gracia de Dios en Cristo Jesús; ningún ladrón puede acercarse y sustraer ese tesoro inagotable y precioso, y ninguna polilla puede destruir la vestidura blanca de la justicia de Jesús que nos ha sido dada por la fe. ¡Qué necesario estar cada vez más seguro de la vocación celestial en Jesús el Señor mediante una constante consideración de pasajes como el presente!

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