Y les soltó al que por sedición y homicidio había sido echado en la cárcel, a quien habían deseado; pero entregó a Jesús a su voluntad.

Cuando se ha dado el primer paso en falso, una persona puede ser llevada adelante por su propio ímpetu. Pilato ya no tenía el control de la situación. Y no estaba tratando con seres humanos racionales, sino con una multitud enfurecida, que ahora podría haber sido reprimida por un solo método: violencia despiadada. Tanto intenta detener un tornado levantando la mano como razonar con una turba sedienta de sangre. Pilato los llamó, tratando de hacerse oír por encima del tumulto, porque quería soltar a Jesús.

Pero ellos respondieron a gritos, con una fuerza cada vez mayor, exigiendo que Jesús fuera crucificado. Por tercera vez, Pilato trató de insistir en el hecho de la inocencia de Cristo, que no había encontrado ninguna razón para darle muerte y que, por lo tanto, lo castigaría y lo liberaría. Pero no había forma de permanecer en la corriente. Fueron instantáneos, urgentes, con todo el volumen de sus voces combinadas. Sus gritos resonaron y resonaron por las calles estrechas hasta romper en ecos asustados contra los muros del Templo, exigiendo que Cristo fuera crucificado.

Y cuanto más vacilaba el gobernador, con más confianza resonaban sus gritos, y el tono amenazante crecía de un minuto a otro. Finalmente, el débil Pilato, superado en general por los sumos sacerdotes, sucumbió; decidió, juzgó según la voluntad del pueblo; porque de derecho y justicia no quedó ni un vestigio. Nótese el contraste que presenta Lucas: Al que por causa de rebelión y homicidio había sido echado en la cárcel, al malhechor obstinado y malvado, lo soltó porque así lo quisieron; pero Jesús, el Salvador del mundo, que ya entonces estaba sufriendo por los pecados de la multitud aulladora, los entregó a su voluntad; decidió que debía morir por crucifixión.

Pilato es un tipo de los jueces injustos de este mundo que no siguen la rectitud y la justicia en el cumplimiento de sus deberes, sino que con demasiada frecuencia son instrumentos de los enemigos de la Iglesia. Y, como Pilato, muchos hijos del mundo dudan entre la verdad y la falsedad, entre la amistad y la enemistad hacia Cristo, hasta que en la crisis son vencidos por el mal, y persiguen abiertamente la causa de Cristo.

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