Pero tanto más se difundió la fama de Él en el extranjero; y se juntaron grandes multitudes para oír, y para ser sanados por él de sus enfermedades.

Lucas, por regla general, no cuenta las historias del Evangelio en el orden en que ocurrieron, excepto de manera general. Esto por lo general, como aquí, se desprende de las palabras con las que introduce la historia. Jesús estaba una vez en una de las pequeñas ciudades de Galilea, donde había un hombre lleno de lepra. La repugnante enfermedad había alcanzado su máxima virulencia en su caso, y estaba sufriendo en proporción. Cuando este pobre hombre vio a Jesús, se postró sobre su rostro en actitud de súplica abyecta, como un esclavo indigno podría pedir un favor a un rey poderoso.

Su oración ferviente fue un modelo para todos los tiempos. Porque, como pide un don temporal, cosa de esta vida solamente, no pide nada, no fija tiempo, sino que pone todo el cumplimiento en las manos de Jesús: Señor, si quieres. Tú puedes limpiarme. Es una oración en forma de declaración, la forma más fuerte posible. Arroja la carga sobre el Señor y aboga con más eficacia de lo que podría hacerlo una descripción de los síntomas.

Y dado que el asunto se dejó a la voluntad del Señor, el Señor elige ejercer esa voluntad y el poder todopoderoso detrás de esa voluntad al escuchar la oración del hombre enfermo: Yo quiero, sé limpio. Y las poderosas palabras surtieron el efecto que el Señor pretendía: la lepra inmediatamente se apartó del hombre. Entonces Jesús le ordenó encarecidamente que no hablara del asunto, pero sobre todo que se apresurara al sacerdote, para que éste pudiera hacer la debida declaración de limpieza y aceptar los sacrificios que estaban prescritos en tal momento, Levitico 14:1 .

El Señor no quería que el asunto se publicara en el extranjero, para que la noticia no llegara al sacerdote antes de que llegara el ex leproso y un examen rencoroso se negara a declararlo limpio. Y Jesús en todo momento quiso que la gente entendiera que los milagros eran sólo manifestaciones secundarias de Su ministerio, siendo Su obra principal la predicación del Evangelio. Pero la noticia de este milagro hecho al leproso se difundió aún más, con el resultado habitual.

Grandes multitudes se juntaron para escucharlo y también para ser sanados de sus enfermedades, siendo esta última razón la más urgente para su venida a Jesús. Pero Jesús aprovechó la primera oportunidad que se le presentó y se retiró para la oración y la comunión espiritual:

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