diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre padezca mucho, y sea desechado de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas, y sea inmolado, y resucite al tercer día.

Pasó algún tiempo antes de que Jesús pudiera retirarse de la vecindad del mar de Galilea y encontrar tiempo para descansar y tener relaciones ininterrumpidas con sus discípulos. Pero cuando se presentó la ocasión, gozosamente aprovechó la oportunidad, viajando hacia la parte norte de Gaulanitis. Aquí tuvo tiempo para orar. Y aquí Él podía hablar solo a Sus discípulos, a los Doce que estaban con Él.

Y después de algún tiempo los probó con una pregunta escrutadora, no tanto para determinar el estado de su fe (porque Su omnisciencia lo sabía) sino para que hicieran una confesión abierta. Preguntó primero qué decía la gente en general de Él, quién creían que era. Y los discípulos respondieron qué rumores circulaban acerca de la identidad del Señor, como en los versículos 7 y 8. Pero ahora venía la pregunta de prueba del Señor en cuanto a su propia convicción personal.

Se dirigió a todos ellos, pero Pedro les dio la respuesta. Audaz y alegremente exclamó: El Cristo de Dios. Eso era decir que habían aprendido a conocer a su Maestro como el Mesías prometido, el Ungido de Dios, que creían que Él era Aquel por quien vendría la salvación del mundo. De hecho, este conocimiento todavía estaba mezclado con una gran cantidad de entendimiento carnal. Pero fue algo maravilloso que hubieran 'hecho al menos tantos avances'.

Por lo tanto, Jesús aceptó la confesión y los elogió por ella, pero también se esforzó de inmediato por encauzar sus pensamientos en el cauce correcto con respecto a su oficio. Advirtiéndoles grave y enfáticamente que no dieran a conocer este hecho entre la gente en general, no fuera que su falso entendimiento de la obra del Mesías precipitara una crisis, les dio una profecía acerca del propósito de Su venida al mundo, la primera predicción de Su pasión.

Les dijo que Él, el Hijo del Hombre, debía, que la obligación divina recaía sobre Él de sufrir mucho y ser rechazado oficialmente por los líderes de la Iglesia judía y ser condenado a muerte, pero también a resucitar sobre la tierra. tercer día. Aquí se dan los momentos principales de la gran Pasión. Su destino quedó sellado cuando los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas, los miembros del Sanedrín de Jerusalén, declararon excomulgada a la persona que declarara su adhesión a Jesús.

La gente se dejaba intimidar con demasiada facilidad. Muchos creían en sus corazones que Jesús era un profeta y el Mesías mismo, pero no se atrevieron a hacer una declaración abierta de su fe, y así continuaron las cosas a través del gran sufrimiento de Su muerte. Sólo una cosa no habían tenido en cuenta los líderes judíos, la resurrección del tercer día, que desbarató todos sus finos cálculos y probó a Cristo el Vencedor, el Hijo de Dios con poder.

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