La parábola de la viña.

La viña: Y comenzó a hablarles por parábolas. Cierto hombre plantó una viña, y la cercó con un seto, y cavó un lugar para la grasa del vino, y edificó una torre, y la arrendó a unos labradores, y se fue a un país lejano.

Desde hacía algún tiempo, Jesús no había usado el estilo parabólico de enseñanza, principalmente porque había estado enseñando solo a sus discípulos. Pero ahora que comenzó, retomó esta forma de presentar la verdad que quería inculcar, principalmente a sus enemigos que habían estado desafiando su autoridad. De las parábolas que Jesús pronunció ese martes, Marcos relata sólo una, aquella en la que la maldad del asesinato contemplado se muestra bajo la luz adecuada.

Una viña que plantó cierto hombre. Era un hombre rico y, de paso, un buen hombre de negocios, como muestran los detalles del plan. Habiendo puesto sus vides, dibujó o colocó un seto alrededor del terreno para mantener alejados a los animales salvajes. No sólo construyó un lagar para pisar las uvas, sino que también construyó debajo de él la tinaja para recibir los jugos que salían del lagar. Finalmente construyó una torre, que sirviera tanto para almacenar la fruta como para vigilar contra ladrones y pájaros.

Habiendo hecho así todo lo que se podía esperar de un propietario, lo arrendó, lo arrendó a ciertos labradores, jardineros, y se fue a un largo viaje. El paralelismo entre esta historia y la de Isaia 5:1 debe haber sido evidente para los escribas de inmediato. Esto hizo que el efecto de la parábola fuera aún más dañino.

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