El cielo y la tierra pasarán; pero mis palabras no pasarán.

En el asunto del estado apropiado de preparación contra la venida del Señor, la higuera se usa para enseñar una lección. Cuando su rama se vuelve suave y llena de savia, y cuando brotan sus hojas, entonces los hombres tienen una indicación segura de que todo el árbol ha sido influenciado por el calor creciente; saben que el tiempo de verano está cerca. Y el mismo grado de vigilancia y de sacar conclusiones es necesario en lo que se refiere a los discípulos de Cristo de todos los tiempos.

Las señales, generales y especiales, que el Señor dio a los apóstoles acerca de la cercanía de la condenación de Jerusalén, deben estar siempre en su memoria, y deben prestar atención a su primera advertencia. Así también las señales, generales y particulares, que anuncian la venida del último día, están claramente dadas en la Palabra de Dios por Cristo mismo. No habrá excusa para no saber acerca de la venida del Juicio y prepararse para su advenimiento.

Y el Señor añade otra señal: De cierto os digo que esta generación no pasará hasta que todo esto acontezca. Quiso decir que algunas de las personas que vivían en el momento de esta profecía serían testigos del gran juicio que vendría sobre Jerusalén; o, lo que es más probable, se refirió a la raza de los judíos. Este pueblo, la nación que lo había rechazado, no debería dejar de ser una raza distinta de personas, separada de todos los demás, ¡hasta que se lleve a cabo la venida de Cristo en gloria! Deben permanecer como testimonio permanente y prueba de la veracidad de las palabras de Cristo.

Porque, como Él dice con gran énfasis, el cielo y la tierra pasarán, su contenido físico y sus elementos serán destruidos en el fuego de ese último día, pero Sus palabras no pasarán. En medio de la ruina de los mundos y la destrucción de los cielos Su Palabra eterna permanecerá sin cambios como Él. Él mismo, pues pertenece a su esencia, es eterno.

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