De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios.

La comida había llegado prácticamente a su fin, con Cristo y los discípulos aún sentados a la mesa, cuando el Señor hizo algo extraordinario. Tomó pan, o uno de los dos panes pascuales o un trozo que había quedado después de la comida. Habiendo pronunciado una bendición sobre él, lo partió y se lo pasó a ellos, probablemente yendo de uno a otro, recibiendo cada uno un pedazo. Para los varios discípulos Él pudo haber cambiado la dirección un poco, pero la sustancia era siempre la misma: Tomad y comed; este es mi cuerpo.

Este no fue un mero acto simbólico, pues no hubo el más remoto parecido entre los pedazos de pan y el cuerpo de un hombre adulto. Y aquí no importa si Jesús habló en griego o en arameo esa noche: dijo que el pan que les dio es su cuerpo. Luego tomó la copa que habían usado durante la comida, siendo la tercera copa conocida como la copa de bendición.

Habiendo dado gracias a Dios por ello, se lo dio, pasando de uno a otro. Y nuevamente hizo una declaración muy clara con respecto al contenido de esa copa: Esto es mi sangre del pacto, que es derramada por muchos. Es el Nuevo Testamento el que se introdujo aquí; la alianza que Dios hace con el mundo en y con Cristo y su sangre y por su derramamiento ha traído la salvación a todos los hombres, aunque sólo una parte de la humanidad aceptará la ofrenda de su redención por la sangre de Jesús.

Si creemos las palabras de Cristo tal como fueron pronunciadas aquí, cautivando nuestra razón bajo la obediencia de las Escrituras, siempre recibiremos el pleno beneficio de este Sacramento. Siempre tomaremos de ella la seguridad del perdón de todos nuestros pecados. Siempre seremos fortalecidos de nuevo en nuestra fe. Así como la celebración de la primera Pascua fortaleció a los israelitas para su largo viaje por el desierto, así la Cena del Señor es para los creyentes del Nuevo Testamento alimento en el camino durante su peregrinaje terrenal.

Y de paso, como la comida pascual, apunta hacia el final del camino, hacia el banquete celestial, donde el Señor beberá con nosotros la copa de la salvación por toda la eternidad. A esto se refiere el Señor cuando dice que ya no beberá con ellos del fruto de la vid. Porque esta expresión era el término por el cual se designaba el vino pascual entre los judíos, el término que usaban en la bendición y en la acción de gracias por el vino.

Argumentar que el Señor había usado cualquier cosa menos verdadero vino fermentado en la institución de la Eucaristía, es derribar todo razonamiento histórico y exegético. Véase Matteo 26:29 . El Señor instituyó aquí el segundo Sacramento del Nuevo Testamento. "Así como en el Bautismo desprendió de la circuncisión del Antiguo Testamento el lavamiento sagrado que la acompañaba, y lo convirtió en el Nuevo Testamento Sacramento del pacto en el que se entró, así también ahora El partió el pan y la copa de acción de gracias del Antiguo Testamento. Pascua, e hizo de ella un sacramento de la redención del Nuevo Testamento".

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