Y le trajeron uno que era sordo y tenía impedimento para hablar; y le suplican que ponga su mano sobre él.

La historia de esta curación es peculiar del evangelio de Marcos. Después de su estancia en Sirofenicia, en la región entre Tiro y Sidón, Jesús no tomó la ruta directa de regreso a Galilea. Parece, según todos los relatos, que atravesó las fronteras de Celesiria y la Alta Galilea, quizás a lo largo del río Leontes, y luego descendió desde la vecindad de Cesarea-Filipos a través de Gaulanitis a la región de Decápolis.

De este viaje del Señor, que fue quizás el viaje más largo que hizo, nada sabemos, ya que ninguno de los evangelistas o apóstoles da cuenta de él. Pero indudablemente no estamos muy equivocados al decir que empleó el tiempo en instruir a sus apóstoles en cosas que eran tan necesarias para ellos en su llamamiento divino. Fue después del regreso de Cristo a las cercanías del Mar de Galilea, en la región donde, no mucho antes, había sanado al endemoniado, que ellos, sus parientes o amigos, le trajeron a un hombre que era sordo y tenía un mal impedimento en su habla.

Es posible que haya podido emitir sonidos e incluso indicar sus deseos a las personas que lo observaban de cerca, pero no podía articular, su lengua no podía formar las palabras. Era una dolencia severa, en la cual es evidente la extensión del poder de Satanás. “Porque este pobre hombre está herido de esta manera que no puede usar la lengua ni los oídos, como otras personas, esos son golpes y estocadas del maldito diablo.

Ante el mundo puede parecer, y todos sean de opinión, que son dolencias naturales; porque el mundo no conoce al diablo que hace tanto daño, enloquece y enloquece a los pueblos, les inflige toda clase de desgracias, no sólo en el cuerpo, sino también en el alma, que mueren de terror y de dolor y no puede alcanzar la verdadera alegría. Pero los cristianos debemos considerar tales defectos y debilidades como simples golpes del demonio; él causa tanta angustia en la tierra y hace daño dondequiera que llama".

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