Pagad, pues, a todos sus tributos: tributo a quien se deba tributo; costumbre, a quien costumbre; miedo, a quien miedo; honor, a quien honor.

Por necesidad, los cristianos están sujetos al gobierno; se sienten obligados; saben que este comportamiento es parte de su obediencia a Dios. Y en esto no están influenciados por la ira, no porque teman el castigo inevitable, que haría que su obediencia fuera muy parecida a la de un esclavo. Pero se someten por causa de la conciencia, por motivos de conciencia.

Los cristianos saben que el Señor a quien sirven ha establecido el gobierno y lo ha convertido en Su agencia para realizar Su voluntad en cuanto a la preservación de la ley y el orden en el mundo. De modo que rinden alegre obediencia a las autoridades civiles por causa del Señor. Y así aclarada la situación, está bien fundamentada la admonición de San Pablo: Pues sobre esta cuenta paga impuestos. Dado que el gobierno se establece para el beneficio de la sociedad y para la protección y defensa también de los creyentes, por lo tanto, deben pagar alegremente el dinero necesario para su mantenimiento.

Porque ellos, los magistrados, los miembros del gobierno, son siervos de Dios, a sabiendas o no, y están muy ocupados en esto mismo, con la protección contra la maldad y con sus esfuerzos por la paz de la ciudad; son activos al servicio y en beneficio de todos los buenos ciudadanos. “El que en virtud de su cargo sirve a la comunidad, tiene el derecho y el deber de exigir de la comunidad el apoyo necesario para el desempeño de su cargo.

Este hecho lo subraya el apóstol en una amonestación especializada: Pagad, pues, a todo lo que debéis, saldad lo debido: al que exige impuestos, los impuestos; al que exige costumbre, paga la costumbre; al que debe ser temido dar miedo, al que debe ser honrado dar honor. El gobierno tiene derecho a recaudar impuestos personales y de propiedad, y es el deber del cristiano pagar los impuestos; la evasión de este deber es pecaminoso.

El gobierno tiene derecho a cobrar derechos sobre las mercancías exportadas o importadas, y el cristiano que se encuentre bajo tal disposición hará el pago exigido. El gobierno ocupa una posición de reverencia y temor, y se dará temor y reverencia a todos sus representantes. Y en la última amonestación, San Pablo va incluso más allá de los magistrados, exhortando a todos los creyentes a honrar a todos los hombres a quienes se debe honrar, ya sea por su posición o por su trabajo meritorio para el bien público. De esta manera, todo cristiano cumple los deberes de su ciudadanía y sirve al Señor según el cuarto mandamiento.

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