1 Samuel 4:1-22

1 Y la palabra de Samuel llegaba a todo Israel. Los filisteos capturan el arca Por aquel tiempo Israel salió en pie de guerra al encuentro de los filisteos, y acampó junto a Eben-ezer, mientras que los filisteos acamparon en Afec.

2 Los filisteos se dispusieron para combatir contra Israel; y cuando se libró la batalla, Israel fue vencido ante los filisteos, quienes mataron en el campo de batalla a unos cuatro mil hombres.

3 Cuando el pueblo volvió al campamento, los ancianos de Israel preguntaron: — ¿Por qué nos ha causado hoy el SEÑOR una derrota ante los filisteos? Hagamos traer acá desde Silo el arca del pacto del SEÑOR, a fin de que venga en medio de nosotros y nos libre de mano de nuestros enemigos.

4 Entonces el pueblo envió a Silo, e hicieron traer de allí el arca del pacto del SEÑOR de los Ejércitos, que tiene su trono entre los querubines. Ofni y Fineas, los dos hijos de Elí, estaban allí con el arca del pacto de Dios.

5 Aconteció que cuando el arca del pacto del SEÑOR llegó al campamento, todo Israel gritó con un júbilo tan grande que la tierra tembló.

6 Cuando los filisteos oyeron el estruendo del júbilo, preguntaron: — ¿A qué se debe este estruendo de gran júbilo en el campamento de los hebreos? Cuando se enteraron de que el arca del SEÑOR había sido traída al campamento,

7 los filisteos tuvieron miedo. Y decían: — ¡Los dioses han venido al campamento! — Y añadían — : ¡Ay de nosotros, porque semejante cosa no había sucedido antes!

8 ¡Ay de nosotros! ¿Quién nos librará de mano de estos dioses fuertes? Estos son los dioses que hirieron a los egipcios con toda clase de plagas en el desierto.

9 Esfuércense, oh filisteos, y sean hombres para que no sirvan a los hebreos como ellos les han servido a ustedes. ¡Sean hombres y combatan!

10 Los filisteos combatieron e Israel fue vencido; y cada uno huyó a su morada. Ocurrió una gran derrota, pues cayeron de Israel treinta mil hombres de infantería.

11 El arca de Dios fue tomada, y fueron muertos Ofni y Fineas, los dos hijos de Elí.

12 Aquel mismo día, cierto hombre de Benjamín corrió desde el campo de batalla hasta Silo, con la ropa rasgada y tierra sobre su cabeza.

13 Cuando llegó, he aquí que Elí estaba sentado en un banco vigilando junto al camino, porque su corazón temblaba a causa del arca de Dios. Cuando aquel hombre llegó a la ciudad y dio la noticia, toda la ciudad prorrumpió en griterío.

14 Al oír Elí el estruendo del griterío, preguntó: — ¿Qué estruendo de alboroto es este? El hombre se dio prisa, vino y dio la noticia a Elí.

15 Elí tenía ya noventa y ocho años; sus pupilas estaban inmóviles, de modo que no podía ver.

16 El hombre dijo a Elí: — Soy el que ha venido de la batalla; hoy escapé de la batalla. Y Elí le preguntó: — ¿Qué ha pasado, hijo mío?

17 El mensajero respondió y dijo: — Israel ha huido delante de los filisteos. Ha ocurrido una gran mortandad entre el pueblo. También han muerto tus dos hijos, Ofni y Fineas; y el arca de Dios ha sido capturada.

18 Y aconteció que cuando él mencionó el arca de Dios, Elí cayó de espaldas del banco, junto a la puerta. Se quebró la nuca y murió, porque era hombre anciano y obeso. Él había juzgado a Israel durante cuarenta años.

19 También su nuera, la mujer de Fineas, que estaba encinta y próxima a dar a luz, al oír la noticia de que el arca de Dios había sido capturada y que su suegro y su marido habían muerto, se encorvó y dio a luz; porque le sobrevinieron sus dolores.

20 Al tiempo que moría, le decían las que estaban junto a ella: — No tengas temor, porque has dado a luz un hijo. Pero ella no respondió ni prestó atención.

21 Ella llamó al niño Icabod diciendo: — La gloria se ha apartado de Israel. Dijo esto porque el arca de Dios había sido capturada, y por lo ocurrido a su suegro y a su marido.

22 Ella dijo: — La gloria se ha apartado de Israel, porque el arca de Dios ha sido capturada.

ISRAEL VENCIDO POR LOS FILISTEOS.

1. Samuel habló a todo Israel—El carácter de Samuel como profeta estaba ya plenamente establecido. La falta de “visión manifiesta” era suplida por él, porque Jehová “no dejó caer a tierra, ninguna de sus palabras” (cap. 3:19); y a su residencia en Silo acudía todo Israel a consultarle como a un oráculo, y Samuel, por el mandamiento divino que recibía, y por su don de profeta, podía informarlos de lo que era la voluntad de Dios. No es improbable que la creciente influencia del joven profeta hubiera alarmado los temores celosos de los filisteos, quienes, teniendo a los israelitas en algún grado de sujeción desde la muerte de Samsón, estaban resueltos a oprimirlos más para evitar que fuesen enseñados por los consejos de Samuel, y que bajo su dirección afirmaran de nuevo su independencia nacional. De todos modos, eran los filisteos los agresores (v. 2). Pero, por otra parte, los israelitas eran atrevidos e inconsiderados en lanzarse al campo de batalla sin obtener la sanción de Samuel en cuanto a la guerra, o sin haberle consultado acerca de las medidas que tomaron. salió Israel a encontrar en batalla a los Filisteos—a resistir esta nueva incursión. Eben-ezer … Aphec—Afec quiere decir “fuerza”, este nombre era dado a cualquier fortaleza. Había varios Afec en Palestina; pero la mención de Eben-ezer determina que este Afec estaba en el sur, en las montañas de Judá, cerca de la entrada occidental del paso de Beth-orón, y por consiguiente en las fronteras del territorio filisteo. Siendo sin éxito el primer encuentro en Afec, los israelitas resolvieron renovar el encuentro en circunstancias mejores.

3-9. Traigamos a nosotros de Silo el arca del pacto de Jehová—Es extraño que ellos estuviesen tan ciegos en cuanto a la causa real del desastre, y que no entendieran que la corrupción grande y general de la religión y la moral (cap. 2 y 7:3; Salmo 78:58), era la razón por qué la presencia y ayuda de Dios no les fueron extendidas. Su primera medida para restaurar el espíritu y energía nacionales debería haber sido una completa información, una vuelta universal a la pureza del culto y de las costumbres. Pero, en vez de fomentar un espíritu de profunda humillación y arrepentimiento sincero, y de resolver la abolición de los abusos existentes, y de restablecer la fe pura, ellos adoptaron lo que les parecía un medio más fácil y rápido: pusieron su fe en las observancias ceremoniales, y no dudaban que la introducción del arca en el campo de batalla, les aseguraría la victoria. Al recomendar esta medida extraordinaria, los ancianos se acordarían de la confianza que el arca había impartido a sus antepasados (Números 10:35; Números 14:44), como también de lo que había hecho cerca de Jericó. Pero es más probable que ellos fueran movidos por las ideas paganas de sus vecinos idólatras, quienes llevaban su ídolo Dagón, o sus símbolos sagrados a las guerras, creyendo que el poder de sus divinidades estaba inseparablemente asociado con sus imágenes, o que residían dentro de ellas. En fin, el grito levantado en el ejército hebreo, a la llegada del arca, indicaba muy palpablemente la aceptación general entre los hebreos de aquella época, de una creencia en deidades nacionales, cuya influencia fuese local y cuyo interés fuese ejercido especialmente a favor del pueblo que los adorara. El gozo de los israelitas era una emoción naciente de los mismos sentimientos supersticiosos que el correspondiente espanto de sus enemigos; y el proporcionarles una prueba convincente, pero dolorosa, de su error, fué el objeto ulterior de la disciplina a la cual ellos estuvieron luego sometidos, disciplina por la cual Dios, mientras los castigaba por su apostasía permitiendo que fuera tomada el arca, tenía también otro fin, el de vindicar señaladamente su supremacía sobre todos los dioses de las naciones.

12-22. ELI OYE LAS NOTICIAS.

13. Eli estaba sentado en una silla atalayando junto al camino—El anciano sacerdote, como magistrado público, solía sentarse diariamente en una espaciosa alcoba junto a la puerta de entrada de la ciudad; y en su intensa ansiedad de saber el resultado de la batalla, ocupó su puesto acostumbrado como el más conveniente para ver a los que pasaban. Su asiento era silla oficial, semejante a la de los antiguos jueces egipcios, regiamente tallada, soberbiamente ornamentada, alta y sin respaldo. Las calamidades anunciadas a Samuel como prontas a caer sobre la familia de Eli, ahora son infligidas en la muerte de sus dos hijos, y después de la muerte de él, la de su nuera, cuyo hijo recién nacido recibió un nombre que perpetuaría la gloria caída de la religión y la nación. El desastre nacional fué completado por la toma del arca. ¡Pobre Eli! era hombre bueno, a pesar de sus desgraciadas debilidades. Los sentimientos de Eli estaban tan fuertemente ligados a la religión, que la toma del arca resultó para él un golpe de muerte. Su excesiva indulgencia, o negligencia, con su familia, la causa principal de todos los males que condujeron a su caída, ha sido registrada para advertir a todos los jefes de familias cristianas, para no naufragar sobre la misma roca.

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