2 Reyes 19:1-37

1 Aconteció que cuando el rey Ezequías lo oyó, rasgó sus vestiduras, y cubierto de cilicio entró en la casa del SEÑOR.

2 Luego envió, cubiertos de cilicio, a Eliaquim el administrador del palacio, a Sebna el escriba y a los ancianos de los sacerdotes a donde estaba el profeta Isaías hijo de Amoz.

3 Y le dijeron: — Así ha dicho Ezequías: “Este día es día de angustia, de reprensión y de vergüenza; porque los hijos están a punto de nacer, pero no hay fuerzas para dar a luz.

4 Quizás el SEÑOR tu Dios habrá escuchado todas las palabras del Rabsaces, al cual ha enviado su señor, el rey de Asiria, para afrentar al Dios vivo; y lo reprenderá a causa de las palabras que el SEÑOR tu Dios ha escuchado. Eleva, pues, una oración por el remanente que aún queda”.

5 Fueron, pues, a Isaías los servidores del rey Ezequías,

6 e Isaías les dijo: — Así dirán a su señor: “Así ha dicho el SEÑOR: ‘No temas por las palabras que has oído, con las que me han injuriado los criados del rey de Asiria.

7 He aquí, yo pondré en él un espíritu, y oirá un rumor y se volverá a su tierra. Y haré que en su tierra caiga a espada’”.

8 Cuando el Rabsaces oyó que el rey de Asiria había partido de Laquis, regresó y halló al rey combatiendo contra Libna.

9 Luego el rey oyó hablar acerca de Tirhaca, rey de Etiopía: “He aquí que él ha salido para combatir contra ti”. Entonces volvió a enviar mensajeros a Ezequías, diciendo:

10 “Así dirán a Ezequías, rey de Judá: ‘No te engañe tu Dios, en quien tú confías, al decirte que Jerusalén no será entregada en mano del rey de Asiria.

11 He aquí, tú has oído lo que los reyes de Asiria han hecho a todos los países, destruyéndolos por completo. ¿Y serás librado tú?

12 ¿Acaso los dioses de las naciones, que mis padres destruyeron, libraron a Gozán, a Harán, a Resef y a los hijos de Edén que estaban en Telasar?

13 ¿Dónde están el rey de Hamat, el rey de Arfad y el rey de la ciudad de Sefarvaim, de Hena y de Ivá?’”.

14 Entonces Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros, y la leyó. Luego Ezequías subió a la casa del SEÑOR, y la extendió delante del SEÑOR.

15 Y Ezequías oró delante del SEÑOR y dijo: “Oh SEÑOR Dios de Israel, que tienes tu trono entre los querubines: Solo tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra; tú has hecho los cielos y la tierra.

16 Inclina, oh SEÑOR, tu oído y escucha; abre, oh SEÑOR, tus ojos y mira. Escucha las palabras que Senaquerib ha mandado decir para afrentar al Dios vivo.

17 Es verdad, oh SEÑOR, que los reyes de Asiria han destruido las naciones y sus tierras,

18 y que han entregado al fuego sus dioses y los destruyeron; porque estos no eran dioses, sino obra de manos de hombre, de madera y de piedra.

19 Ahora pues, oh SEÑOR, Dios nuestro, por favor, sálvanos de su mano, para que todos los reinos de la tierra conozcan que solo tú, oh SEÑOR, eres Dios”.

20 Entonces Isaías hijo de Amoz mandó a decir a Ezequías: “Así ha dicho el SEÑOR Dios de Israel: ‘He escuchado lo que me has pedido en oración acerca de Senaquerib, rey de Asiria’.

21 Esta es la palabra que el SEÑOR ha hablado acerca de él: ‘La virgen hija de Sion te menosprecia; hace burla de ti. Mueve su cabeza a tus espaldas la hija de Jerusalén.

22 ¿A quién has afrentado e injuriado? ¿Contra quién has levantado la voz y alzado tus ojos con altivez? ¡Contra el Santo de Israel!

23 “‘Por medio de tus mensajeros has afrentado al Señor y has dicho: Con la multitud de mis carros yo ascendí a las cumbres de los montes, a las regiones más remotas del Líbano. Corté sus más altos cedros y sus cipreses escogidos. Llegué hasta su morada más lejana, al bosque más exuberante.

24 Yo cavé y bebí aguas extranjeras, y con las plantas de mis pies hice secar todas las corrientes de Egipto.

25 “‘¿Acaso no lo has oído? Hace mucho tiempo que lo determiné; desde los días de la antigüedad lo dispuse. Y ahora he hecho que suceda, para hacer de las ciudades fortificadas montones de ruinas.

26 Y sus habitantes, sin poder hacer nada, son aterrorizados y avergonzados. Son como la planta del campo o el verdor del pasto, como la hierba de los terrados que es quemada antes de madurar.

27 “ ‘Yo conozco tu sentarte, tu salir y tu entrar, y también tu furor contra mí.

28 Porque te has enfurecido contra mí y tu arrogancia ha subido a mis oídos, pondré mi gancho en tu nariz y mi freno en tus labios. Y te haré regresar por el camino por donde has venido’.

29 “Y esto te servirá de señal, oh Ezequías: Este año comerán de lo que brote de por sí, y el segundo año de lo que crezca de aquello. Pero en el tercer año siembren y sieguen; planten viñas y coman de su fruto.

30 Y los sobrevivientes de la casa de Judá, los que habrán quedado, volverán a echar raíces por debajo y a dar fruto por arriba.

31 Porque de Jerusalén saldrá un remanente, y del monte Sion los sobrevivientes. ¡El celo del SEÑOR de los Ejércitos hará esto!

32 “Por tanto, así ha dicho el SEÑOR acerca del rey de Asiria: ‘No entrará en esta ciudad; no tirará en ella ni una sola flecha. No vendrá frente a ella con escudo ni construirá contra ella terraplén.

33 Por el camino por donde vino, por él se volverá; y no entrará en esta ciudad, dice el SEÑOR.

34 Pues defenderé esta ciudad para salvarla, por amor a mí mismo, y por amor a mi siervo David’”.

35 Aconteció que aquella misma noche salió el ángel del SEÑOR e hirió a ciento ochenta y cinco mil en el campamento de los asirios. Se levantaron por la mañana, y he aquí que todos ellos eran cadáveres.

36 Entonces Senaquerib, rey de Asiria, partió y regresó, y permaneció en Nínive.

37 Pero sucedió que mientras adoraba en el templo de Nisroc, su dios, sus hijos Adramelec y Sarezer lo mataron a espada y huyeron a la tierra de Ararat. Y su hijo Esarjadón reinó en su lugar.

EZEQUIAS EN PROFUNDA AFLICCION.

1. como el rey Ezechías lo oyó, rasgó sus vestidos, etc.—El rasgar los vestidos era un modo de expresar horror por la atrevida blasfemia; el tomar saco, señal de angustia mental: la entrada al templo para orar, el refugio de un hombre piadoso en aflicción; y el enviar el relato del discurso del asirio a Isaías fué para recibir el consejo y consuelo del profeta. La expresión en que el mensaje fué llevado, describió, por una figura fuerte, la condición desesperada del reino, junto con su propia inhabilidad para ayudarse a sí mismos; y en él se insinuaba una esperanza de que el desafío blasfemo al poder de Jehová por el asirio impío, pudiese intervenir en alguna forma directa, para vindicación de su honra y supremacía sobre todos los dioses paganos.

4. al Dios vivo—es una expresión significativa tomada en conexión con las deidades insensibles de las cuales se jactaba Rabsaces de que eran impotentes para resistir las armas victoriosas de su señor.

6, 7. CONFORTADO POR ISAIAS

6. Isaías les respondió: … No temas—La respuesta del profeta fué de lo más alentadora, ofrecía la perspectiva de una liberación rápida del invasor. El espíritu (viento, soplo), el rumor, y la caída a cuchillo contenían una predicción breve que pronto fué cumplida en todos los tres puntos particulares—la alarma que apresuró su retirada, la destrucción que alcanzó su ejército, y la muerte violenta que repentinamente terminó su carrera.

8-13. SENNAQUERIB ENVIA A EZEQUIAS UNA CARTA BLASFEMA.

8. Rabsaces, halló al rey de Asiria combatiendo a Libna—Si Laquís había caído, no se dice. Pero Sennaquerib había transferido sus arietes contra la fortaleza vecina de Libna (Josué 10:29; cf. 31; Josué 15:42), donde el jefe copero informó sobre el cumplimiento de su misión.

9. oyó decir de Thiraca rey de Etiopía: He aquí es salido para hacerte guerra—Este fué el “rumor” a que se refirió Isaías. Tiraca reinó en el Alto Egipto, mientras So o Sabaco gobernó en el Bajo Egipto. Fué monarca poderoso, otro Sesotris, y tanto él como Sabaco han dejado monumentos de su grandeza. El nombre y la figura de Tiraca, en el acto de recibir cautivos, todavía se ven en el templo egipcio de Medinet Abou. Esta era la ayuda esperada de la cual se burló (cap. 18:21) Rabsaces como “caña cascada”. La ira contra Ezequías por haberse aliado con Egipto, o la esperanza de poder mejor hacer frente al ataque desde el sur, le indujo, después de oír el rumor del avance de Tiraca, a enviar una carta amenazante a Ezequías, a fin de obligar al rey de Judá a una rendición inmediata de la capital. Esta carta, redactada en el mismo estilo jactancioso y despótico que el discurso de Rabsaces, excedió en blasfemia, y contenía una enumeración más larga de lugares conquistados, con miras de espantar a Ezequías, y mostrarle lo inútiles que serían todas las tentativas de resistirse.

14-34. LA ORACION DE EZEQUIAS.

14. tomó Ezechías las letras … subió a la casa de Jehová—Después de leer la carta, Ezequías se apresuró a ir al templo, y la extendió con infantil fe delante del Señor la cual contenía burlas que hondamente afectaban el honor divino, e imploró libramiento de mano de ese orgulloso desafiador de Dios y de los hombres. El espíritu devoto de esta oración, el reconocimiento del Ser divino en la plenitud de su majestad—tan notablemente contrastado con la imaginación de los asirios acerca de su poder meramente local—su confesión de las conquistas alcanzadas sobre otras tierras, y de la destrucción de sus ídolos de madera, que según la costumbre de los asirios, eran echados a las llamas—porque sus deidades tutelarios no eran dioses; y el objeto por el cual suplicaba la intervención divina, era que todos los reinos de la tierra supiesen que Jehová era el único Dios; ésta fué una actitud digna de un piadoso rey teocrático del pueblo escogido.

20. Entonces Isaías … envió—Habiéndose hecho una revelación a Isaías, el profeta anunció al rey que su oración fué oída. El mensaje profético consistía en tres partes diferentes: Primero, Sennaquerib es apostrofado (vers. 21-28) en lenguaje altamente poético, admirablemente descriptivo de la vanidad pomposa, las orgullosas pretensiones y la impiedad presuntuosa del déspota asirio. Segundo, se dirige a Ezequías (vers. 29-31), y se da una señal de la liberación prometida de que por dos años la presencia del enemigo interrumpiría las ocupaciones pacíficas de la labranza; pero que en el tercer año el pueblo estaría en condiciones de trabajar sus campos y viñas, y cosechar los frutos como antes. Tercero, se anuncia el resultado de la invasión de Sennaqueríb (vers. 32-34).

32. no entrará en esta ciudad—Ni se acercaría bastante para tirar una flecha, ni de las máquinas más poderosas que las arrojan a grandes distancias, ni ocuparían alguna parte del terreno ante la ciudad con “escudo” o mantelete, que sirviera de defensa a sus soldados, ni sería echado “baluarte”, o terraplén para subir más alto que el muro para dominar la ciudad. Ninguna de estas cosas, que eran los principales modos de ataque según el arte militar antiguo, sería permitido a Sennaqueríb emplear. Aunque el ejército de Rabsaces se marchó hacia Jerusalem, y se acampó a cierta distancia con miras de ponerle sitio, demoraron, probablemente esperando que el rey, después de tomar a Laquís y Lebna, trajera sus fuerzas, para que el ejército combinado cercara la capital. Tan resuelto estaba el invasor a conquistar Judá y los países vecinos (Isaías 10:7), que sólo la intervención divina podría salvar a Jerusalem. Se podría suponer que el poderoso monarca que invadió la Palestina y se llevó las diez tribus de Israel, dejaría memoriales de sus hazañas en piedras esculpidas y bulas votivas. Un relato largo y detallado de esta expedición se halla en los Anales de Sennaquerib, traducción de los cuales se ha hecho al inglés, y, en sus comentarios sobre él, dice el Coronel Rawlinson que la Versión Asiria confirma los aspectos más importantes del relato de las Escrituras. Las narraciones judía y asiria de la campaña, en general se ilustran mutuamente. (Outlines of Assyrian History).

35, 36. UN ANGEL DESTRUYE A LOS ASIRIOS.

35. por la mañana, he aquí los cuerpos de los muertos—Fué la interposición milagrosa del Todopoderoso lo que defendió a Jerusalem. En cuanto al agente secundario empleado en la destrucción del ejército asirio, es más probable que se efectuara por un viento cálido del sur—el simum, viento “envenenado”—tal como hasta hoy envuelve y destruye caravanas enteras. Esta suposición se apoya en v. 7, y Jeremias 51:1. La destrucción fué en la noche; sintiéndose en completa seguridad los oficiales y soldados, estaban descuidados, estaba relajada la disciplina y los centinelas no estaban alerta, o tal vez ellos mismos fueron los primeros muertos, y los que dormían no estaban envueltos, y absorbieron el veneno del aire en cantidades. Si ésta era una noche de júbilo libertino (cosa común en los campamentos), su alegría (tal vez por una victoria segura), o “la primera noche de atacar a la ciudad”, dice Josefo, vino a ser, por sus efectos, un medio de destrucción. (Calmet’s Fragments).

36. Entonces Sennacherib, rey de Asiria se partió, y tornó a Nínive—El camino por el cual había venido (v. 33). La ruta se describe en Isaías 10. La antigua huella de los carros cerca de Beyrut está en la dura roca de la falda del Líbano, que linda con el antiguo Río Lycus—hoy Nahr el Kelb, “río del perro”. Sobre la superficie perpendicular de piedra, a alturas diferentes, se ven inscripciones en caracteres asirios, las cuales han sido descifradas, y contienen el nombre de Sennaquerib. De modo que por la preservación de estas inscripciones, la ira de los invasores asirios está alabando a Dios. tornó a Níneve, donde se estuvo—Este dicho indica un período considerable, y sus anales continúan su historia por lo menos cinco años después de su desastrosa campaña en Jerusalem. No se halla ningún recuerdo de su catástrofe, pues la costumbre asiria era la de recordar sólo las victorias. Las esculturas presentan sólo el lado agradable del cuadro.

37. SENNAQUERIB ES MUERTO. estando él adorando en el templo de Nisroch su dios—Assarae, o Asshur, el jefe del Panteón Asirio, representado no como figura con cabeza de buitre—se sabe ahora que esa es un sacerdote—mas como figura alada en un círculo, que es la deidad guardadora de Asiria. El rey se representa en los monumentos de pie o de rodillas bajo esta figura, con las manos levantadas en oración o adoración. sus hijos lo hirieron a cuchillo—El genio de Sennaquerib, exasperado tal vez por sus reveses, se manifestó en la crueldad más salvaje y una tiranía intolerable sobre sus súbditos y esclavos, hasta que al fin fué asesinado por sus dos hijos, a los cuales, se dice pensaba sacrificar para apaciguar a los dioses y para disponerlos a que le concedieran el retorno de su prosperidad. Como los dos parricidas huyeron a Armenia, su hijo tercero, Esar-hadón, ascendió al trono.

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