ECCLESIASTES; O, EL PREDICADOR

EL TÍTULO GRIEGO EN LA VERSIÓN DE LOS LXX.

INTRODUCCION

El título hebreo es Koheleth, que el autor del libro se aplica a sí mismo (cap. 1:12). "Yo, Koheleth, fuí rey sobre Israel". Significa un Reunidor o Convocador de reunión, y un Predicador de tal reunión. La forma femenina del sustantivo hebreo, y su construcción una vez (cap. 7:27) con el verbo en femenino, demuestra que no solamente significa Salomón, el predicador de las asambleas (cuando se construye con el verbo, o sustantivo masculino), sino también la sabiduría divina (vocablo femenino en el hebreo), la que habla por boca del rey inspirado. En seis de los siete casos se construye en el masculino. Salomón fué dotado de sabiduría inspirada (1 Reyes 3:5; 1 Reyes 6:11; 1 Reyes 9:1, etc.; 1 Reyes 11:9), lo que le preparó debidamente para su tarea. Los orientales se deleitan en tales reuniones para los discursos solemnes. Así los árabes antes tenían una asamblea anual, en Ocadh, para oír y recitar poemas. Cf. "Maestros de las congregaciones" (nota del cap. 12:11, tambiéa Daniel 12:9). "El Predicador enseñaba la sabiduría al pueblo", probablemente de viva voz; 1 Reyes 4:34; 1 Reyes 10:2, 1 Reyes 10:8, 1 Reyes 10:24; 2 Crónicas 9:1, 2 Crónicas 9:7, 2 Crónicas 9:23, evidentemente se refieren a un diván o algo en lugar público reunido para discusión literaria. De modo que "propuso", (disertó, habló, el mismo verbo en el hebreo) tres veces repetido (1 Reyes 4:32), se refiere no a composiciones escritas, sino a discursos hablados en asambleas convocadas a propósito. El Espíritu Santo, sin duda, significa también por el término, que la doctrina de Salomón está destinada para la "congregación grande," la Iglesia de todos los lugares y edades (Salmo 22:25; Salmo 49:2).

Salomón, claro está, es el autor (caps. 1:12, 16; 2:15; 12:9). Que los rabinos lo atribuyan a Isaías o a Ezequías se explica por la suposición de que aquél o éste lo incluyó en el canon. La diferencia de su estilo, comparado con el de Proverbios y Cantares, se debe a la diferencia de temas, y al período diferente de su vida en la que se escribió cada uno: a saber, Cantares, en el fervor de su primer amor a Dios; Proverbios, como al mismo tiempo, o algo después; pero Ecclesiastés en su ancianidad, como sello y testimonio del arrepentimiento de su apostasía en el período correspondiente: el Salmo 89:30, Salmo 89:33 comprueba su arrepentimiento. La sustitución del título Koheleth por Salomón (eso es, paz), puede que implique que, habiendo conturbado a Israel, perdió entretanto su nombre de paz (1 Reyes 11:14, 1 Reyes 11:23); pero ahora, habiéndose arrepentido, desea ser de aquí en adelante un Predicador de justicia. Las pretendidas expresiones extranjeras en el hebreo podrían haber sido fácilmente importadas, por la grande intercomunicación con otras naciones durante su largo reinado. Además los supuestos caldeísmos pueden ser fragmentos conservados de la lengua común de la que el hebreo, el siríaco, el caldeo y el arábigo fueron brotes.

El propósito de Ecclesiastés es demostrar la vanidad de todas las ocupaciones meramente humanas, cuando se hace de ellas la principal finalidad, en contraste con la verdadera bienaventuranza de la verdadera sabiduría, o sea, la religión. La inmortalidad del alma se menciona incidentalmente, como subsidiaria al propósito principal. La ley de Moisés presuponía esta verdad, y sacó sus sanciones de recompensa y de retribución de acuerdo con la teocracia, que estaba bajo una providencia especial de Dios como Rey temporal de Israel, de la vida presente, más bien que de la futura. Pero después que Israel escogió un rey terrenal, Dios retiró, en parte, su providencia extraordinaria, de modo que bajo Salomón, las recompensas temporales no invariablemente seguían a la virtud, ni los castigos al vicio (cf. los caps. 2:16; 3:19; 4:1; 5:8; 7:15; 8:14; 9:2, 11). Por tanto suscitóse la necesidad de demostrar que estas anomalías serán rectificadas en el más allá, y ésta es la "conclusión", pues, de "todo" el libro que, viendo que hay un juicio venidero, y que los bienes actuales no satisfacen al alma, "todo el deber del hombre es temer a Dios y guardar sus mandamientos" (cap. 12:13, 14), y entretanto aprovechar, en gozosa y serena sobriedad, y no abusar, de la vida presente (cap. 3:12, 13).

Se objeta que parece que se inculca el epicurismo sensual (cap. 3:12, 13, 22, etc.); pero lo que se enseña es el goce agradecido de los actuales dones de Dios, en oposición al espíritu murmurador, congojoso, avaricioso, como se comprueba por el cap. 5:18, cf. con los vv. 11-15, no haciendo de aquellos dones el fin principal de la vida; no el goce de la liviandad de insensatez; la mala comprensión advertida en los caps. 7:2-6; 11:9; 12:1. Otra vez, el cap. 7:16; y el 9:2-10 pudiera parecer que enseñan el fatalismo y el escepticismo. Pero éstas son palabras puestas en boca de un contrario; o más bien, fueron del lenguaje de Salomón mismo durante su apostasía, que encuentra eco en el corazón de todo sensual que desea ser incrédulo y que, por tanto, ve en el mundo que le rodea bastantes dificultades en qué basar su voluntariosa incredulidad. La respuesta se da (en los caps. 7:17, 18; 9:11, etc.; 11:1, 6; 12:13). Aun cuando se comprenda que estas palabras son de Salomón, deben ser entendidas como una prohibición de una "justicia propia" de uno, que pretenda obligar a Dios a que imparta la salvación a obras buenas imaginarias y a un rigor externo agotante; también prohiben aquella especulación que pretende sondear los inescrutables consejos de Dios (caps. 8:17), y aquella despreocupación acerca del futuro, de conformidad con Mateo 6:25.

El Sumo Bien es aquel cuya posesión nos hace felices, que ha de ser buscado como el fin, por amor de él mismo; no siendo todas las demás cosas sino los medios para su alcance. Los filósofos que hicieron de él el gran tema de sus investigaciones, lo limitaron a la vida presente, considerando que lo eterno era irreal, y útil solamente para atemorizar a la gente. Pero Salomón demuestra la vanidad de todas las cosas humanas (inclusive los así llamados filósofos) para satisfacer al alma, y que la sabiduría celestial sola es el bien principal. Así había enseñado cuando era joven (Proverbios 1:20; Proverbios 8:1, etc); también en Cantares había espiritualizado el tema en una alegoría; y ahora, después de haber probado personalmente tanto tiempo las tantas maneras en que el mundo trata de alcanzar la felicidad, da en la edad avanzada el fruto de su experiencia.

Ecclesiastés se divide en dos partes: caps. 1-Proverbios 6:10, que demuestran la vanidad de las cosas terrenas; y caps. 6:10 a cap. 12, que enseñan la excelencia de la sabiduría celestial. Ocurren desviaciones de los estrictos métodos lógicos en estas divisiones, pero en los de mayor importancia, se observan. Hacen que el estilo sea rígido y artificioso, y por tanto más acomodado a todas las capacidades mentales. Es poético; la división hemistiquial es la forma más observada, pero no siempre. La elección de epítetos, las figuras, el orden invertido de palabras, la elipsis, el paralelismo o, en su ausencia, la similaridad de dicción, caracterizan la versificación.

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