Josué 6:1-27

1 Jericó estaba cerrada y atrancada por causa de los hijos de Israel. Nadie entraba ni salía.

2 Pero el SEÑOR dijo a Josué: — Mira, yo he entregado en tu mano a Jericó, a su rey y a sus hombres de guerra.

3 Asediarán la ciudad ustedes, todos los hombres de guerra, yendo alrededor de la ciudad una vez. Esto harán durante seis días.

4 Siete sacerdotes llevarán siete cornetas de cuernos de carnero delante del arca. Al séptimo día darán siete vueltas a la ciudad, y los sacerdotes tocarán las cornetas.

5 Y sucederá que cuando hagan sonar prolongadamente el cuerno de carnero, cuando oigan el sonido de la corneta, todo el pueblo gritará a gran voz, y el muro de la ciudad se derrumbará. Entonces el pueblo subirá, cada uno hacia adelante.

6 Josué hijo de Nun llamó a los sacerdotes y les dijo: — Lleven el arca del pacto, y que siete sacerdotes lleven siete cornetas de cuernos de carnero delante del arca del SEÑOR.

7 — Dijo, además, al pueblo — : Pasen y rodeen la ciudad. Los que están armados pasen delante del arca del SEÑOR.

8 Sucedió, después que Josué había hablado al pueblo, que los siete sacerdotes, llevando las siete cornetas de cuernos de carnero delante del arca del SEÑOR, pasaron y tocaron las cornetas. El arca del pacto del SEÑOR los seguía.

9 La vanguardia iba delante de los sacerdotes que tocaban las cornetas, y la retaguardia iba detrás del arca, tocando prolongadamente las cornetas.

10 Pero Josué mandó al pueblo diciendo: — Ustedes no gritarán ni harán oír su voz ni saldrá palabra de su boca hasta el día que yo diga: “¡Griten!”. Entonces gritarán.

11 Así él hizo que el arca del SEÑOR diera una vuelta alrededor de la ciudad; y regresaron al campamento, donde pasaron la noche.

12 Josué se levantó muy de mañana, y los sacerdotes tomaron el arca del SEÑOR.

13 Los siete sacerdotes que llevaban las siete cornetas de cuernos de carnero caminaron delante del arca del SEÑOR tocando las cornetas prolongadamente, mientras caminaban, y la vanguardia iba delante de ellos. La retaguardia iba detrás del arca del SEÑOR, mientras tocaban las cornetas prolongadamente.

14 Así dieron una vuelta a la ciudad el segundo día y regresaron al campamento. De esta manera hicieron durante seis días.

15 Aconteció que el séptimo día se levantaron al amanecer y fueron alrededor de la ciudad de la misma manera, siete veces. Solamente ese día dieron vuelta a la ciudad siete veces.

16 Y sucedió que a la séptima vez, cuando los sacerdotes habían tocado las cornetas, Josué dijo al pueblo: — ¡Griten, porque el SEÑOR les entrega la ciudad!

17 Pero la ciudad será anatema al SEÑOR; ella con todas las cosas que están en ella. Solo vivirá la prostituta Rajab, con todos los que estén en su casa con ella, porque escondió a los mensajeros que enviamos.

18 Pero ustedes guárdense del anatema. No toquen ni tomen nada del anatema; no sea que hagan anatema el campamento de Israel y le ocasionen destrucción.

19 Pero toda la plata, el oro y los utensilios de bronce y de hierro serán consagrados al SEÑOR y formarán parte del tesoro del SEÑOR.

20 Entonces el pueblo gritó, y tocaron las cornetas. Y sucedió que cuando el pueblo oyó el sonido de la corneta, gritó con gran estruendo. ¡Y el muro se derrumbó! Entonces el pueblo subió a la ciudad, cada uno directamente delante de él; y la tomaron.

21 Destruyeron a filo de espada todo lo que había en la ciudad: hombres y mujeres, jóvenes y viejos, hasta los bueyes, las ovejas y los asnos.

22 Josué dijo a los dos hombres que habían reconocido la tierra: — Entren en la casa de la mujer prostituta, y saquen de allí a ella y todo lo que sea suyo, como se lo han jurado.

23 Entraron los jóvenes espías y sacaron a Rajab, a su padre, a su madre, a sus hermanos y todo lo que era suyo. Sacaron a toda su familia, y los pusieron fuera del campamento de Israel.

24 Y consumieron con fuego la ciudad, junto con todo lo que había en ella. Solamente pusieron en el tesoro de la casa del SEÑOR la plata, el oro y los utensilios de bronce y de hierro.

25 Pero Josué preservó la vida a la prostituta Rajab, a la familia de su padre y todo lo que era suyo. Ella ha habitado entre los israelitas hasta el día de hoy, porque escondió a los mensajeros que Josué envió para espiar Jericó.

26 En aquel tiempo Josué les hizo este juramento diciendo: — ¡Maldito sea delante del SEÑOR el hombre que se levante y reconstruya esta ciudad de Jericó! A costa de su primogénito colocará sus cimientos, y a costa de su hijo menor asentará sus puertas.

27 El SEÑOR estuvo con Josué, y su fama se divulgó por toda la tierra.

JERICO SE CIERRA.

1. Empero Jericó estaba cerrada, bien cerrada—Este versículo constituye un paréntesis introducido para preparar el camino para las direcciones dadas por el Capitán del ejército de Jehová.

2. Mira, yo he entregado en tu mano a Jericó—El lenguaje indica que un propósito ya formado estaba por llegar a la ejecución inmediata; y que, aunque el rey y los habitantes de Jericó eran guerreros fieros y expertos, y habían de oponer una resistencia tenaz, el Señor prometió una victoria segura y fácil sobre ellos.

3-5. Cercaréis pues la ciudad todos los hombres de guerra … esto haréis seis días—Aquí se dan direcciones en cuanto a la manera de proceder. Hebreo, “cuernos de jubileo” i. e., trompetas torcidas, cuernos de carneros, mediante los cuales se proclamaba el jubileo. El propósito de todo este proceder era evidentemente el de impresionar a los cananeos con un sentimiento de la omnipotencia divina y enseñar a los israelitas una memorable lección de fe y confianza en las promesas de Dios, e inspirar sentimientos de respeto y reverencia por el arca como símbolo de la presencia divina. La duración de tiempo en que se hacían estas vueltas, tendía a fijar la atención y ahondar las impresiones, tanto de los israelitas como del enemigo. El número siete era entre los israelitas el sello simbólico del pacto entre Dios y su nación. (Keil, Hengstenberg.)

6, 7. llamando Josué hijo de Nun a los sacerdotes—El piadoso capitán, sean cuales fueren los preparativos militares hechos, sometió todas sus opiniones, inmediatamente y sin reserva, a la declarada voluntad de Dios.

8-19. LA CIUDAD RODEADA SEIS DIAS.

8-11. los siete sacerdotes, llevando las siete bocinas de cuernos de carneros, pasaron delante del arca de Jehová—delante del arca, llamada “arca del pacto”, porque contenía las tablas sobre las cuales estaba inscrito el pacto. La procesión se hacía en medio de un silencio solemne y profundo, según las instrucciones dadas al pueblo por su guía al principio, de que deberían guardarse de hacer toda gritería o ruido, mientras él no les diera el aviso. Este debe haber sido un espectáculo extraño, pues no se levantó terraplén de defensa, ni se sacó espada, ni se colocó ninguna máquina de guerra, ni zapadores que minaran las murallas; había hombres armados, pero no se cruzaron golpes. Estos hombres sólo tenían que caminar y no pelear. Sin duda la gente de Jericó se divertía con este espectáculo. (Obispo Hall.)

12-14. Josué se levantó de mañana, y los sacerdotes tomaron el arca de Jehová—Parece que la procesión del segundo día se hizo de mañana. En todos los demás aspectos, hasta en los detalles más pequeños, las disposiciones del primer día eran las reglas que debían seguirse en los siguientes seis días.

15. al séptimo día levantáronse cuando subía el alba, y dieron vuelta a la ciudad de la misma manera siete veces—Temprano, por causa de las siete vueltas que tenían que dar aquel día. Es evidente que sólo el ejército de Israel tenía que hacer esta marcha, porque es inconcebible que dos millones de personas hubieran podido dar tantas vueltas a la ciudad en un día.

16. como los sacerdotes hubieron tocado las bocinas la séptima vez, Josué dijo al pueblo: Dad grita, porque Jehová os ha entregado la ciudad—Esta demora inspiró su fe y obediencia de manera tan notable, que es celebrada por el apóstol (Hebreos 11:30).

17-19. la ciudad será anatema—(Véase Levítico 27:28). El cherem, o anatema, era la entrega a la completa destrucción (Deuteronomio 7:2; Deuteronomio 20:17; 1 Samuel 15:3). Cuando se pronunciaba tal bando contra alguna ciudad hostil, se mataba a los animales y a los hombres; no se permitió tomar botín; los ídolos y todo su precioso ornamento fueron quemados (Deuteronomio 7:25, 1 Crónicas 14:12); todo tenía que ser destruído o consagrado al santuario. Josué pronunció este bando contra Jericó, ciudad grande y rica, evidentemente por dirección divina, y la severidad de la condena, según las exigencias de la ley que era santa, justa y buena, y justificada no sólo por el hecho de que sus habitantes formaban parte de una raza que había colmado su iniquidad, sino también por haber resistido la luz del reciente milagro asombroso en el Jordán. Además, como parece que Jericó era defendido por refuerzos llegados de todo el país (cap. 24:11), la destrucción de ella paralizaría a todos los demás pueblos destinados a la derrota, y así tendería a facilitar la conquista de toda la tierra, mostrando que este milagro militar no fué hecho por el hombre sino por el poder y por la ira de Dios.

18. Empero guardaos vosotros del anatema—Generalmente se les permitía tomar el botín de las ciudades conquistadas (Deuteronomio 2:35; Deuteronomio 3:7; cap. 8:27). Pero ésta, como primicia de Canaán, fué hecha una excepción; nada fué perdonado excepto Rahab y los de su casa. Una violación de estas órdenes estrictas no sólo hacía aborrecibles a las personas culpables, mas traería pena y adversidad sobre todo Israel, provocando la ira divina. Estas eran las instrucciones dadas, o repetidas (Deuteronomio 13:17; Deuteronomio 7:26) previamente hasta el último acto del asedio.

20, 21. CAEN LAS MURALLAS.

20. Entonces el pueblo dió grita, y los sacerdotes tocaron las bocinas—Hacia el fin de la séptima vuelta, la señal fué dada por Josué, y al levantar los israelitas su fuerte grito de guerra, cayeron las murallas, sin duda sepultando bajo las ruinas a la multitud de los habitantes, mientras los sitiadores se lanzaron dentro y entregaron todas las cosas animadas e inanimadas a la completa destrucción. (Deuteronomio 20:16). Escritores judíos mencionan como una tradición inmemorial que la ciudad cayó en día sábado. Debe recordarse que los cananeos eran idólatras incorregibles, adictos a los vicios más horribles, y que el justo juicio de Dios podría barrerlos por la espada lo mismo que por el hambre o la pestilencia. Había misericordia mezclada con juicio en usar la espada como instrumento para castigar a los cananeos culpables, porque mientras el castigo se dirigía contra unos, se daba tiempo para que otros se arrepintieran.

22-25. RAHAB ES SALVADA.

22, 23. Josué dijo: Entrad en casa de la mujer ramera, y haced salir de allá a la mujer, y a todo lo que fuere suyo—Es evidente que las murallas de la ciudad no fueron demolidas en todas sus partes, por lo menos inmediatamente, porque la de Rahab quedaba en pie mientras no se rescataba a sus moradores, según la promesa. sacaron a toda su parentela, y pusiéronlos fuera del campo de Israel—Una exclusión momentánea, a fin de que fuesen limpiados de la contaminación de sus idolatrías, y gradualmente preparados para la entrada en la sociedad del pueblo de Dios.

24. Y consumieron con fuego la ciudad, y todo lo que en ella había—excepto la plata, el oro y otros metales, que, como no se quemaban, fueron agregados al tesoro del santuario.

25. y habitó ella entre los Israelitas hasta hoy—esto es prueba de que este libro fué escrito no mucho tiempo después de los acontecimientos relatados.

26, 27. LOS REEDIFICADORES DE JERICO MALDITOS.

26. en aquel tiempo Josué les juramentó—es decir, impuso sobre sus conciudadanos un juramento solemne, obligatorio tanto a ellos como a sus descendientes, de que nunca volverían a edificar aquella ciudad. Su destrucción fué propuesta por Dios como memorial permanente de su odio a la idolatría y sus vicios afines. Maldito delante de Jehová el hombre que se levantare y reedificare esta ciudad de Jericó—es decir, que se atreviera a intentar reedificarla. En su primogénito eche sus cimientos, y en su menor asiente sus puertas—vendrá a ser sin hijos, pues su primogénito morirá en el principio de la empresa y el único hijo viviente morirá en el tiempo de la terminación de la obra. Esta maldición se cumplió 550 años después de haber sido pronunciada. (Véase 1 Reyes 16:34).

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