Para siempre. Las naciones que fueron empleadas por Dios para azotar a los judíos, reconocieron que eran instrumentos de su indignación. Estamos acostumbrados a considerar muchos males como apéndices necesarios de la naturaleza humana; pero las sorprendentes desgracias con las que Dios visitó a su pueblo, sometiéndolo a los babilonios, griegos y romanos, no podían tomarse bajo esta luz. (Calmet)

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